Mi madre siempre me cuenta aquellos días de bonanza. Las voces y risotadas de los operarios que retumbaban en el cargue mientras, a paladas, llenaban las vagonetas del tren que llevaría el carbón de las montañas a los altos hornos de Bilbao. Se les oía desde la cocina. Trabajaban duro al igual que los mineros que cada mañana se metían en las fauces de un agujero infinito para arrancarle a las entrañas de la tierra el oro negro que permitía el sustento y recreo de los habitantes de toda la comarca del Torío. Allí he pasado todos los veranos de mi vida conviviendo con gentes mineras. Yo recuerdo los largos paseos en bicicleta a Vegacervera, las excursiones al monte esperando encontrar restos de la guerra civil, las noches de fiesta en la discoteca del pueblo, del mismo modo que mi madre evoca las tardes de baile en la pista o mis hijas recordarán algún día los bailes de las fiestas. Aquellas incursiones al instituto para ver jugar al fútbol a los chicos del pueblo esperando otear a alguno concreto. Y los despertares matutinos orquestados por los incesantes cantos del gallo. Y aquel olor a pan de leña que Félix nos traía a golpe de claxon cuando subía cada mañana por la cuesta de la Maria. Y las rebanadas de nocilla a media tarde o los bocadillos de filete que sabían a gloria después de un baño en el río. Yo recuerdo las partidas de bolos en la Palma, y las lecheras llenas de leche recién ordenada que Neri nos entregaba siempre con una sonrisa. Y las idas y venidas a la fuente de Tascón siempre más dilatadas de la cuenta. Había mucho que contarse por el camino. Y el aire fresco y limpio de la montaña refrigerando el rostro.Y aquellas noches entre grillos y Estrellas donde soñábamos historias macabras custodiados por las alargadas sombras de los oscuros montes. Y las misas de San Bartolo cuando los mozos llevaban el santo en andas o atravesando los prados camino de la ermita de la Virgen de Boinas para salvar un camino encharcado por los riegos a manto. Veranos de pueblo.
En León hay más de 1.400 pueblos. E intuyo que muchos de ustedes tendrán raices en alguno. Quien más quien menos tiene vinculación con alguna población pequeña.
Esos terruños entrañables, microuniversos donde parece que la vida se detiene esperando el momento último o tal vez reclamando un rescate que no llega.
Que relato más bonito, se me llenan los ojos de lágrimas, cuantos recuerdos, cuantas vivencias, media vida
ResponderEliminarLágrimas en los ojos gestadas bajo el firmamento limpio de un pueblo cualquiera. Seguro. Gracias querido lector, o lectora.
ResponderEliminar