viernes, 10 de enero de 2020

BIOGRAFÍA DE UN RETORNO




   Finalizadas ya las fiestas navideñas, que no el tiempo de navidad que concluirá este domingo con el Bautismo de Jesús. Mientras observamos los esqueletos  vegetales de abetos rebosando  contenedores, a la par que retiramos adornos y espumillones y devolvemos a la hibernación a las figuras de  nuestros belenes. En tanto reorganizamos menús familiares retornando a la verdura salvadora y  confeccionamos también nuestro listado de buenos propósitos para este recién estrenado 2020, puede  ser buen empeño  replantearnos recuperar  nuestra espiritualidad. 

     Leía el pasado sábado en el ABC cultural una entrevista que le hacían al sacerdote escritor  Pablo D’ors autor del célebre ensayo Biografía del silencio,  un homenaje a Charles de Foucauld, explorador de Marruecos y ermitaño en el Sahara, de quien se considera hijo espiritual. De esta obra  se han vendido hasta la fecha más de 150.00 ejemplares y va ya por la vigésimo tercera edición. Su lectura, altamente recomendable,  es un autentico bálsamo para el alma. Debemos mirar en nuestro interior, aconseja. Iniciar el camino hacia nosotros mismos apartarnos de vez en cuando de la algarabía del mundo. Ello  nos ayudará a purgar tantos apegos innecesarios. Ningún hombre -asegura- se perderá irremediablemente si frecuenta su conciencia y viaja por su territorio interior,  ese reducto en el que podemos sentirnos seguros. Esa tierra prometida que habita en nosotros. Vaciarnos de todo lo superficial para abandonarnos en las manos de  Dios. Iniciar un camino que entraña en ese peregrinaje su propia meta. Porque ponerse en camino, recomenzar, ya es una recompensa. El sosiego  que anhelamos porque es consustancial a nosotros mismos. En soledad silente  llegamos  y callados será como retornemos al que infundió en nosotros su hálito vivificador. El silencio nos ayuda a vaciarnos dándonos la permeabilidad necesaria para aceptar el devenir que es siempre lo mejor que puede sucedernos. Y el vacío de si, el olvido de uno mismo, está en proporción directa con el amor a los demás.  El camino de la meditación, asegura Pablo supone la ruptura de nuestros esquemas mentales o prejuicios. Cinco minutos al día, diez, quince. Lo que nos permitan nuestros derroteros cotidianos.  



    Solo en lo que está vacío y es puro puede entrar Dios. Por eso, escribe Dor’s, entró Jesucristo en el seno virginal de María. Estamos llamados a esta fecunda virginidad espiritual.
Enderecemos  el rumbo. Siempre es tiempo de reescribir la biografía de un retorno, del nuestro.

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