Dios, ellos y tu.
Cuando tengas que enseñarles, dirígete a ellos pensando en el alumno que más dificultades tenga. Concéntrate en aquel del fondo que te mira con cara de perplejidad como si acabara de aterrizar recién llegado de un planeta desconocido. Ese que tiene cierto aire de abandono y desafección. Es el que más te necesita.
Era un consejo que San Juan Bosco, cuya festividad hoy conmemoramos, daba a los que deseaban dedicarse, como él, a la noble tarea de formar en ciencia y conciencia a los jóvenes.
Los diversos ritmos de aprendizaje de nuestros alumnos urgen que nos acompasemos a ellos. A cada uno en su singularidad, integrándoles en la diversidad y multiculturalidad. Cuesta tanto que se concentren, sobre todos algunos. Hay demasiadas variables que influyen en su aprendizaje y no todas igualmente beneficiosas y tantos asuntos que les ocupan y distraen. A veces sus desgarros son tan patentes…
En ocasiones es necesario aparcar el libro y concentrarse en sus angustias . Esos asuntos que a los 15 años, por nimios que nos parezcan en ocasiones, para ellos constituyen un mundo. Las peleas con los amigos, los comentarios de los profesores, que no siempre atinamos en nuestros métodos educativos, la violencia, el desapego de sus familias que en ocasiones se despreocupan y dejan que maduren a la intemperie, y esta sociedad digital meteórica que a menudo les deseduca con su implacable tiranía plagada de imágenes disparadas a bocajarro.
Trabajar con personas que se están gestando formando su personalidad entraña, como decía un sabio profesor, descalzarse para poder entrar de lleno en sus almas y aplicar la cirugía de la comprensión que sana y cauteriza las heridas del desarraigo. Solo desde el corazón es posible llegarles. Les hemos convertido a todos ellos, en personas altamente sensibles.Por eso resulta necesario trabajar la educación emocional en el Aula llevándola hasta las últimas consecuencias. Título este de un capitulo del libro de mi buen amigo Miguel Ángel Cercas.
“Por último, me centré en las personas, hasta quedarme completamente solo”.
Bueno, Miguel, solo solo, no del todo, porque a fin de cuentas siempre andáis en pareja cómplice Dios y tú.