Se me esponja el alma de ganas de dar gracias por ¡tantas cosas!.
Todo es gracia y don.
Tantos regalos que llenan nuestras jornadas de pequeñas sorpresas.
El olor matinal a café, aquel watsapp que tiñe de esperanza las primeras horas del día, el guiño del amigo que dibuja una sonrisa en el rostro aún somnoliento, las personas que cada día se cruzan en nuestro camino al cole con sus conversaciones animadas, la hermosa Virgen que preside la blanca columna donde juegan los niños al salir del Cole en las tardes soleadas, la algarabía a la puerta del cole teñida de azul marino, la sonrisa de los compañeros que animan la tarea y tiñen de esperanza la jornada escolar, el timbre que anuncia que comienza la siembra, el reto, la aventura de descubrir que esas almas desbordan vida y ganas de comprender este complejo pero a la vez bello mundo. Ellos lo pueden todo, lo valen todo, lo empujan todo, lo justifican todo, lo dan todo.
Y luego retornar al hogar donde espera el remanso y descanso. Ese maravilloso invento que es la familia donde te quieren por lo que eres y a pesar de como eres.
Y los amigos tan variados y distintos que aportan tanto a nuestras vidas con sus matices y colores.
Y al finalizar el día las nubes rojizas que se abren paso entre los nubarrones grises hechos de jirones. Esas nubes rojas repletas de crepúsculo esperanzador que presagian que al día siguiente volverá a salir un hermoso e inmenso sol que nos regalará la luz con la que nuevamente volveremos a ser felices.
Gracias por cada día, por cada rayo, por cada suspiro, por cada caída y caricia. Por cada nube y canto.
Gracias por todos y por todo....a ti Señor de la vida.