jueves, 18 de agosto de 2022

LA NIÑA DE SEDA


 Sofía era lánguida y desgarbada. Nació tenue y volátil como una gota de rocío sobre el pétalo de una margarita marchita. Sin gracia ni garbo.

En casa pronto supimos que nunca sería capaz de llegar donde los demás podríamos.

Su desmesurada afición al buen comer pronto la situó en el circuito de las “niñas non gratas” de la clase. Y el acoso y derribo por parte de las fuerzas fétidas de su clase pronto la convirtió en blanco de burlas y escarnio.

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Mi hermana Sofía, además, como buena niña de seda,  era llorona. Encima llorona. Así que tenía todos los ingredientes para convertirse en la atracción de sus compañeros y compañeras de 1º, 2º, 3º, 4º y cursos postreros. Siempre en boca de todos: que si el pelo, la ropa, la cara de alelada, siempre en las nubes.

Hasta que llegó Instagram para “salvarla”.

Decidió teñirse el pelo de rosa fucsia desoyendo los gritos de mamá.

—Hola, soy Sofía, deja que esta otaku se cuele en tu vida. Voy a enseñarte lo bueno.

50 visualizaciones. 10 me gusta.

Al día siguiente llegó contenta a casa. Parece que seguían metiéndose con ella pero todos la habían visto y algunos incluso la miraban con admiración.

Sofía se crecía delante de la cámara. Estaba hecha para la dramatización y la tragedia en directo.

—Hola, soy Sofía, una otaku desmadrada. Te voy a enseñar cómo se enfrenta una a la noche oscura.

300 visualizaciones. 200 me gusta. 300 seguidores.

Comenzó a vestirse de negro, y con el dinero de las propinas de abuela los primeros trabajos, los correos electrónicos, los seguidores, las llamadas, los contactos, la fama.

Y los insultos se convirtieron en virales al tiempo que crecían los seguidores.

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—Hola, soy Sofía, tú otaku influencer. Vamos a cambiar tu vida.

   23.000  visualizaciones. 6.000  me gusta. 8.000 seguidores.

Sofía se pasaba el día encerrada en su habitación. Componiendo guiones dramáticos, salía a la calle con su móvil buscando sacarle partido a cualquier cosa que alimentara el monstruo enredado en la red: Peleas familiares, la abuela en el hospital, la muerte de Kira, su pequeña gata, el ataúd de papá.

—Soy de seda, y sé que te gusto.

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Pero todo llega y los seguidores son inconstantes y tornadizos.

Acabada la novedad y la carnaza me gusta se desvanece.

Hola, soy Sofía, la niña de seda. Mi piel es fina, como esta cuchilla de afeitar cortante que tengo en la mano.

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miércoles, 10 de agosto de 2022

CASCADA LENTA




 Hileras de agua

me acompañan,

alada te sobrevuelo

en la mañana sin nombre

entregada a la causa del viento

que satura mis sentidos.

Siempre anhelante

al borde de un abismo que no cesa

el culmen que no llega

el culpen que no cesa,

apaciguo el anhelo

de un sueño sediento

que bebe del agua al viento

sin mojar la boca,

sin saciar sentidos

sin desnudar el alma

ni sellar la boca

ni rozarla

ni sentirla

siempre al borde

a la orilla

al otro lado del deseo

mirando el agua descolgada

que me acompaña en hermosa hilera

que no moja, ni sacia, ni llena…




domingo, 7 de agosto de 2022

MONTESSORI

 


En Sahelices de Sabero hay una repostería que se llama Montessori. Supongo que allí se fabrican niños de azúcar mientras la escuela cercana llora con lágrimas verdes que se pierden, que los niños se pierden entre las brumas negras de un pasado polvoriento…


PASEANDO A MISS VIOLET

 


Paseando a Miss Violet aparecíamos perdidos al final de aquel polvoriento poblado minero, en aquel recóndito rincón de la provincia leonesa, nicho de supervivientes apegados a lo rural, consumidores hiperbólicos de restos etnográficos. Resistiendo erguidos frente a todo. Rutilando lo añejo frente a la amenaza del tiempo. 

María Callas eclosionaba  embelesando  el paso de los transeúntes, saliendo a destajo por la puerta del reducto lector,  mientras rasgaba el alma con un triste aria de la Traviata. El responsable del reclamo era un viejo librero que se singularizaba, desmarcándose de lo vulgar. Debía haberse jubilado hace tiempo. El rostro enrojecido del hombre de la cultura a destiempo, que debía haberse jubilado hace tiempo. Las piezas dentales apolilladas del ladrón de libros al tiempo que debía haberse jubilado hace tiempo. El género harapiento, el papel amarillento del hombre de sombrero raído que debió haber echado el cerrojo hacía lustros lanzándose a consumir las horas a la búsqueda de una grandeza que se esfumó.

“Me piden a veces material del museo, del colegio, algo se vende…poco”

Le comentamos que Miss Violet había entrado en la librería, atraída por el encanto sirenáico de la Callas. El viejo librero se incorporó abandonando la raída silla de campo sobre la que consumía las horas. Aquella silla. Una herrumbrosa compañera de reposo que pretendía pasar desapercibida, orillada y ovillada en un rincón y que debió haberse jubilado hace tiempo. 

Sobre las viejas estanterías metálicas, se arremolinaban, en inexplicable orden,  ediciones desacatalogadas de libros frente a otras más recientes. Rutas inéditas probablemente ya borradas por la huella de los días junto a una enciclopedia de cine de Terence Moix. Arte, folletines, decoración. 

Miss Violet aguzó el olfato rescatando dos viejos ejemplares de Cátedra en cuya contraportada una desgastada etiqueta rezaba “1.200 pesetas” “Teatro inédito y prosa inédita de juventud” de Federico García Lorca. 

.- Ponle tú el precio - desafió el librero a Miss Violet.

.- No, prefiero que lo ponga Vd. Para mí el valor de un libro siempre tiende a infinito  - Contestó Miss Violet.

.- Vale, pues 6 euros. 3 por cada uno. ¿Te parece?

Y Violetina se compadeció del valor ínfimo que palidecía a  su Federico. Unas lágrimas verdes de  luna herida rodaron por su pecho de nube.

Mientras, el librero de plata, volvió a  a buscar,  frenético, la carátula del CD cuya melodía hería de nostalgias  la tarde de agosto.

No tenía muy claro que aquella soprano que rasgaba el aire, fuera de verdad la Callas.

 Violet y Federico salieron a beberse el día que aún se jactaba de verano bañado por la dorada tarde de luz estival.







LA BUENA GENTE

  Transcribo un texto de los que emocionan. Ya quisiera haberlo escrito yo. LA BUENA GENTE No te sonríen con blancura dentífrica, desde las ...