domingo, 7 de agosto de 2022

PASEANDO A MISS VIOLET

 


Paseando a Miss Violet aparecíamos perdidos al final de aquel polvoriento poblado minero, en aquel recóndito rincón de la provincia leonesa, nicho de supervivientes apegados a lo rural, consumidores hiperbólicos de restos etnográficos. Resistiendo erguidos frente a todo. Rutilando lo añejo frente a la amenaza del tiempo. 

María Callas eclosionaba  embelesando  el paso de los transeúntes, saliendo a destajo por la puerta del reducto lector,  mientras rasgaba el alma con un triste aria de la Traviata. El responsable del reclamo era un viejo librero que se singularizaba, desmarcándose de lo vulgar. Debía haberse jubilado hace tiempo. El rostro enrojecido del hombre de la cultura a destiempo, que debía haberse jubilado hace tiempo. Las piezas dentales apolilladas del ladrón de libros al tiempo que debía haberse jubilado hace tiempo. El género harapiento, el papel amarillento del hombre de sombrero raído que debió haber echado el cerrojo hacía lustros lanzándose a consumir las horas a la búsqueda de una grandeza que se esfumó.

“Me piden a veces material del museo, del colegio, algo se vende…poco”

Le comentamos que Miss Violet había entrado en la librería, atraída por el encanto sirenáico de la Callas. El viejo librero se incorporó abandonando la raída silla de campo sobre la que consumía las horas. Aquella silla. Una herrumbrosa compañera de reposo que pretendía pasar desapercibida, orillada y ovillada en un rincón y que debió haberse jubilado hace tiempo. 

Sobre las viejas estanterías metálicas, se arremolinaban, en inexplicable orden,  ediciones desacatalogadas de libros frente a otras más recientes. Rutas inéditas probablemente ya borradas por la huella de los días junto a una enciclopedia de cine de Terence Moix. Arte, folletines, decoración. 

Miss Violet aguzó el olfato rescatando dos viejos ejemplares de Cátedra en cuya contraportada una desgastada etiqueta rezaba “1.200 pesetas” “Teatro inédito y prosa inédita de juventud” de Federico García Lorca. 

.- Ponle tú el precio - desafió el librero a Miss Violet.

.- No, prefiero que lo ponga Vd. Para mí el valor de un libro siempre tiende a infinito  - Contestó Miss Violet.

.- Vale, pues 6 euros. 3 por cada uno. ¿Te parece?

Y Violetina se compadeció del valor ínfimo que palidecía a  su Federico. Unas lágrimas verdes de  luna herida rodaron por su pecho de nube.

Mientras, el librero de plata, volvió a  a buscar,  frenético, la carátula del CD cuya melodía hería de nostalgias  la tarde de agosto.

No tenía muy claro que aquella soprano que rasgaba el aire, fuera de verdad la Callas.

 Violet y Federico salieron a beberse el día que aún se jactaba de verano bañado por la dorada tarde de luz estival.







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