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Gloria Fuertes en sus años mozos.
En el dorso se puede leer una deliciosa dedicatoria muy al estilo de Gloria: "Mira, Chelo...para que veas que también he sido artista de cine" |
Fue mi madre quien me descubrió a mi Gloria
Y digo mía porque siempre me acompañó desde niña.
De la mano de sus poesías aprendí a leer.
Recité sus poemas en el cole.
Y escenifiqué una obra sobre los reyes magos nacida de su pluma ingenua y pueril.
Mi madre leía sus poemas para mayores.
Y yo ahora he descubierto esos nuevos versos prohibidos y desinhibidos que salieron de la pluma de esta poetisa masculina y feminista. Protagonista de amores imposibles y creadora de paisajes infantiles.
Gracias a este centenario de su nacimiento encontré una nueva poesía que ya me había cautivado.
Y he descubierto a una mujer de mil caras, casi todas amables. Mil rostros que fascinan, estremecen, desconciertan y enamoran.
Gloria me ha conquistado aun más si cabe con esa sobredosis de ternura que destilan sus lamentos literarios. Una ingenuidad que sobrecoge y por momentos ahoga. Se descubre mucha congoja retenida tras el nudo de esa corbata que ella supo llevar como nadie.
Me he enamorado de una poetisa que sabe tocar el alma y elevarla a ras del cielo impulsándola a levantar el vuelo como una cometa de nubes mientras la sujeta una nena que canta nanas atusándose las coletas . La niña se relame después de haber comido unas ricas galletas. ¡Uy que se escapa la cometa de Enriqueta!¡La pobre no sabe cómo estarse quieta!
Leerla es palpar la gloria bendita.
os dejo un poema que me gusta especialmente...aunque no sea para niños.
Habrá mas...
Un hombre pregunta...
¿Dónde está Dios?… Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos,
en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire y en el agua.
Dios está en el mar y, a veces, en el templo;
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa,
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza.
Es verdad que Dios está en todas partes,
pero hay que verle, sin preguntar
que dónde está,
como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio,
mírate la cara.
El misterio de que veas y sientas, ¿no basta?
Pasa un niño cantando,
tú le amas:
ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas,
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga.
En los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas.
Ahí está Dios, en ti;
pero tienes que verle tú.
De nada vale quién te le señale,
quien te diga que está en la ermita, de nada.
Has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa.
De nada vale que te diga
que está en las manos de todo el que trabaja;
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue o practique cualquier religión,
dogma o rama.
Huye de las manos del que reza, y no ama;
del que va a misa, y no enciende a los pobres
una vela de esperanza.
Suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada,
en el Hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre que te sucede
cuando algo te encanta.
Pero, de nada vale que te diga
que Dios está en cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin porqué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata