lunes, 30 de marzo de 2020

LAS HISTORIAS DEL ABUELO



.- Y dices tú de guerra. Para guerra la cuarentena  que pasé en el 20 cuando nos confinaron bajo estado de alarma.
- Agüeloooooo no empiece con la batallita.
.- Te multaban por salir a la calle, y cuando lo hacías siempre con guantes y mascarilla. La gente te señalaba con el dedo cuando pasabas más tiempo del debido transitando por las avenidas.
.- Pero oye a tu abuelo que le ha “dao”
.- No sé.  Siempre por marzo se pone nostálgico. Como si deseara encerrarse de nuevo.
.- ¡Guilleeeee! no cuchichees con el Asier que te veo. Ahora la juventud no valéis pa “na”. Cuando yo era un niño sí que sabíamos lo que era aguantar. Dos meses metidos en casa sin oler la calle más que cuando salíamos a aplaudir. Aquella familia de enfrente nos oía la de “resistiré “ del Dúo Dinámico. Y el caer de la tarde parecía inofensivo entre risas nerviosas. La gente disfrutaba de las relaciones de vecindad entre distancias de seguridad y en los supermercados los cajeros se blindaban tras pantallas de metacrilato.
.- Calla Asier que todavía queda lo de los  perros.
.- Sí, chavales, eran tiempos revueltos en los que los perros eran los nuevos paseados para mantener la vida aireada. Tener uno era salvoconducto para mantenerse a la intemperie. Tiempos de angustia e incertidumbre en los que sólo la esperanza de conseguir un rollo de papel higiénico era acicate para enfilar el día. Y los médicos y enfermeras se batían en duelo con la muerte sin apenas armas con qué atacarla. En que cada comparecencia del doctor Simón  se seguía con la misma unción que si hablara el Papa Juan Pablo III.
Bah... ahora ya no valoráis nada...un virus como el corona os hacia falta granujas.
.- ¡Vámonos Asier que el abuelo empieza a desvariar! Y aún queda el episodio de la liberación doméstica Y lo de las franjas horarias, y las fases y desfases y los pespuntes y repuntes, y eso es largo de cojones. 

viernes, 20 de marzo de 2020

¿ Y SI LO INTENTAS?


Y si lo intentas?

Estos días me estoy acordando de mi amiga Sor Berta, Agustina Contemplativa, baturra y quinta mía. Pienso en su confinamiento voluntario, y en la felicidad que irradian todas las hermanas cada vez que voy a visitarlas.
Y mira tú por dónde que entre tanto carnaval wasapero que estos días nos atiza por el móvil he recibido los consejos que una carmelita descalza gaditana ha subido a su blog.
Les dejo algunas perlas. Espero que les sirvan a modo de rayos del sol de esa Primavera que tenemos recién estrenada.
Primero actitud. La Libertad interior reside en ti. Cumplamos las indicaciones en pro de un bien superior. Nos quedamos en casa porque sabemos que es lo mejor para nosotros mismos y para los demás. 
En segundo lugar conservar La Paz preservando tu  interior de  sentimientos negativos. Disciplina tu corazón. Si algún sentimiento no te hace bien deséchalo. Procura inclinarte hacia todo lo que te hace bien. La armonía – dice esta sor tan dicharachera- hay que currársela.
En el número 3 está la convivencia . Punto complejo y siempre candente. No controles al resto. Contrólate tu. Respeta, acoge la fragilidad, desdramatiza. Vive y deja vivir.
Luego viene el tema del tiempo. No le mates. Contrólale tú a él. Planifica tu horario diario y cúmplelo con disciplina. Ensancha también tus fronteras y aprovecha a leer ese libro que dejaste pendiente en las navidades pasadas. Llama a ese amigo que tienes descuidado.
Para los más sensibles recomienda:  se selectivo en lo que lees, y en lo que recibes¿sabes que en lo que llevamos de crisis se han detectado casi doscientos bulos sobre nuestro enemigo silencioso? Evita en lo posible conversaciones pesimistas, discusiones, malas caras, exceso de información, películas de terror, desorden.
Nuestra contemplativa amiga deja para el final la Oración, que como diría Sta. Teresa, “aunque la digo a la postre, es la principal”. Ora, habla con Dios, se pasaran las horas sin que te des cuenta: háblale de todo, no se cansa de escucharte, desahógate con Él cuando lo necesites.   Ejercita tu fe y tu confianza. 
Tal vez no crees porque no has probado ¿Y si lo intentas?…

POCOYÓ


miércoles, 18 de marzo de 2020

JUEGOS DE MESA



Dice mi hija que dentro de unos días tomar cañas con los amigos será como viajar a Egipto.
La otra, jugando a un juego de mesa asegura que el esquí de fondo se practica en las profundidades  los lagos.
En plena cuarentena nos da por jugar a conocer Europa y a irnos de pendoneo saltándonos todas las restricciones alarmantes. Será un viaje raudo, apenas durará  una hora, pero por unos minutos olvidaremos las rejas que nos hemos auto impuesto.
Son las cosas del encierro.
Sacan también su lado más simpático.
Hacía tanto que no jugábamos a juegos de mesa...
Bueno, lo dejo que me dicen que ando distraída pensando en no sé qué. Habrá que centrarse en el juego y dejar de mariposear con esta mente siempre entre letras.

SI NO LO SUFRO...NO LO CREO


Uno siempre piensa que estas cosas nunca le van a pasar, una también, para ser políticamente correcta con los dictámenes de género.
De repente te encuentras confinada entre cuatro paredes contribuyendo con tu encierro a que mejore la salubridad de tu país y a bajar el índice de mortalidad.
Si no lo sufro no lo creo.
Mientras estudiaba,  unos niños salieron a dibujar con su padre a la pequeña terracita del balcón de enfrente. Se asomaron tímidos a la calle para contemplar una acera que no pueden pisar porque miles de bichos virulentos camparán a sus anchas devorando pulmones y cercenando fuerzas. Me asomé para hablar con ellos y me sonrieron. Con los niños, no con los bichos, con estos últimos cuánto menos se trate mejor. El  padre de los pequeños también se unió a la conversación. Hoy no hubiera hecho eso de no ser por esta situación de aislamiento en la que vivimos sumidos. Las calamidades unen.
Entonces he pensado en Victor E, Frankl. Aquel hombre confinado en un campo de concentración en Auschwitz, y en la pobre Ana Frank, encerrada en su buhardilla  de Amsterdam, y en tantos y tantos seres confinados entre rejas injustamente, y en los niños refugiados, y en las personas desaparecidas, en ese pobre italiano con su hermana muerta a la que ni tan siquiera puede enterrar.
Y he sonreído a mis vecinos   niños que bien abrigadaditos jugaban con un enorme libro de esos que están  sobredimensionados con sus desplegables. Les duchaba un sol tímido que anuncia una Primavera que llegará extrañada a León mirando una calles tan vacías de voces. No hay que buscar temas poéticos cuando la poesía viene de frente.
Sufro un poco.
Pero ellos más, los eternamente confinados, más...


martes, 17 de marzo de 2020

FELPUDOS


Estos días de retiro cuaresmal forzoso.
De claustros domésticos.
Toca inventar entretenimientos para que el tiempo sea menos gravoso e idear formas de tonificar músculos perezosos por la inactividad.
Pensando en las ventajas de vivir en un bloque de varios pisos se me ocurrió sacarle utilidad a las escalera. Al fin y al cabo peor vida es la de los hamsters que giran en esas ridículas norias o la de esos deportistas que son capaces de pasarse largo rato subidos a una cinta que les lleva a ninguna parte.
La escalera de mi casa iba a llevarme al Olimpo vespertino de un día de marzo de forzoso encierro. Dicen que puede ser que suspendan este año los juegos pero eso no quiere decir que haya que decretar un estado de excepción para el deporte que tanto nos aporta.
Me propuse subir durante media hora un número de veces que comencé a contar. Pensaba en los paisajes gozosos que las márgenes del Bernesga me regalan cuando voy a correr. Las matas de margaritas que ahora comenzaban a ser abundantes. Hoy tan solo me recibirían lóbregos escalones fríos huérfanos de pasos. Los vecinos permanecemos confinados por miedo a la propagación. Pero me he propuesto no hablar de ello.

Así que comienzo a subir y a contar los escalones.
En el primer piso  han puesto un felpudo con un motivo curioso. Dos zapatillas que me recuerdan que puedo andar, saltar, que tengo piernas y que ellas pueden llevarme donde quiera, y que ahora, pese a todo estoy aquí haciendo deporte mientras escucho la aterciopelada voz de una cantante de jazz. Continúo subiendo al Segundo y una alfombra colorida por franjas me hace recordar las hermosas vidrieras de una catedral que volveré a ver pronto.

El tercero me lleva al rellano de mi propio descansillo y la negra estera de goma de mi vecina de al lado me recuerda que no a todo el mundo le gusta el colorido a sus pies.
Continuó el ascenso a la cima de mi edificio y me planto en el cuarto donde mi vecina Maricieli ha colocado un felpudo con profusión  de mariquitas y hojas que bien podrían hermanarse con las matas de margaritas que me esperan a orillas del río . Pero estos días no es posible escaparse por allí. Algunos se han ido con la excusa de pasear al perro y se han llevado una multa de la policía que sanciona por incumplimiento de las normas del estado de alarma. Mucho se ha bromeado con eso de tantos paseos a cánidos en vaivén constante. El humor nos salva estos días.
El quinto me recibe ahora ya un poco fatigada por el esfuerzo. Son muchos escalones y el cuerpo inerte casi de ejercicio acusa el esfuerzo. Un felpudo descolorido con dos perros infantiles serigrafía dos aunque ya borrosos, delata a los dos pequeños que allí residen: Diego y Adriana. Les costó nacer. Pero el esfuerzo de sus padres y el tesón de los terapeutas ocupacionales les han remontado a la vida. Me les imagino correteando revoltosos por los pasillos de casa. Estos días no hay parque, ni paseos, no hay merienda a la salida del cole ni carreras para venir a casa. 
Una alfombra con pictogramas árabes saluda a la entrada del inquilino del sexto. Le gusta hacer viajes exóticos sin salir de casa gracias a las plantas que abona en su jardín. Toda la casa huele a esas plantas. Pero creo que nadie sabe cómo evitarlo.
Corono el ascenso en el séptimo. Una familia numerosa y animosa. Carlos trabaja en el hospital. Es de esas  personas que siempre te reciben con una sonrisa al entrar en el portal mientras te abre la puerta cargando con cinco bolsas y un montón de cachivaches que trae del pueblo. Su mujer dice que por él invitaría todos los días a la familia al completo. El rellano de su escalera es la perfecta expresión del calor y dicha familiar que siempre irradian. Un felpudo de fondo verde embellecido con banderolas de colores a la manera de las que cuelgan en la fiesta de mi pueblo. Y un esperanzador mensaje con tipografía infantil reza lo siguiente: aquí se celebra todo. La ventaja de ser el último te da libertad  de acción para  hacer de tu capa un sayo.
Ellos han colocado un perchero con un paragüas quizá para resguardarse de la que está cayendo.
Las escaleras continúan hacia arriba pero es imposible el ascenso. Una puerta de rejas cierra el paso. De momento el ascenso está vedado. 
La celebración, como dice la familia de Carlos, está dentro.
Fuera nos esperan las margaritas, el río, los parques y la Primavera que pronto vendrá para instalarse.
Mientras tanto sólo queda seguir subiendo los escalones que nos llevarán a la cima. Eso sí. Resguardados.
Por cierto entre tanto felpudo narrativo se me olvidó contar escalones, pisos y gestas deportivas.
Nunca acierto cuando hay números de por medio.
O será que esta situación triste y absurda me ha robado las ganas de cumplir sueños y me asalta la duda de si merecerá la pena contar otra cosa que no sean penas.
Quiero pensar que de todo esto saldrá un bien.
Y que, como siempre digo, el de arriba lo tiene “todo estudiado”.
Cuarentena incierta, calma tensa, suspensión tendida al abrigo de las paredes.
Fuera nos espera la vida esperanzada a nuestros pies como la novia que espera al final de la roja alfombra nupcial.


lunes, 16 de marzo de 2020

AIRE DE MARZO.

Con desdén para ese virus que nos robó la calma.

Nadie hablará de tí cuando  hayas muerto.
Habrás sido rey  de muerte pero ya no tendrás corona.
Te das un aire al Apocalipsis pero no lo eres.
Nadie logrará abatir  nuestra esperanza.



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Aire vírico  de marzo
que despeinas la pena.
¡Qué duró abates!
Brisa violenta
virulenta y quebrada.
Arrastras muerte.
Aire de marzo
que clavas estacas
barrotes que cercenan
los pasos 
de la caravana silente 
que siembra sospecha.
Aire de marzo 
que abonas las calles  
desiertas por el miedo.
Alarma insálubre 
que quiebra sueños
y nos deja expuestos
a nosotros mismos.
Aire de marzo.
¡Qué extraño aúllas!
Suenan clarines 
de muerte.
No quería decirlo
pero marzo, con sus aires, me obligó.

viernes, 13 de marzo de 2020

VOCES SERENAS




VOCES SERENAS
Por Marta Redondo.
COPE León. Programa El Espejo.
Viernes 13 de marzo de 2020.

   Es en las situaciones que nos superan, en esas en que sentimos indefensión, cuando la seguridad parece quebrarse porque nos llueve la información que nos saturan por todos los frentes cuando tenemos necesidad de mentes sensatas, voces serenas que nos apacigüen sin engañarnos. Que sepan atinar localizando ese punto medio entre la cordura y la esperanza. Pues bien, el epidemiólogo Manuel Cortés Blanco médico en la Sección de Epidemiología del Servicio Territorial de Sanidad de León, nos recuerda Díez sensatos consejos.       Me permitirán que por una vez transcriba casi literalmente el contenido de su entrada bloguera:
1.- Seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Me consta que están volcadas en controlar esta epidemia. Por ello, si me aconsejan que por cualquier motivo debo permanecer en casa, me quedaré en casa.
2.- Conocer los cauces establecidos para resolver dudas -como los teléfonos de información-, haciendo un uso responsable de ellos.
3.- Permitirse tener miedo -a fin de cuentas es una emoción de lo más humana-, aunque tratar de gestionarlo bien. Esos miedos irracionales nos bloquean y a menudo hacen que tomemos decisiones precipitadas. Desde la histeria estaremos siempre invalidados.
4.- Evitar el contacto estrecho con personas enfermas.
5.- En la medida de lo posible, evitar tocarse ojos, nariz y boca, por ser las puertas de entrada para el virus.
6.- Procurar las medidas habituales de higiene, sobre todo en lo relativo al lavado de manos.
7.- De no haber tal posibilidad, utilizar un desinfectante de manos que contenga al menos un 60% de alcohol... Y en cuanto podamos, lavárnoslas bien.
8.- Cubrirse nariz y boca con pañuelos desechables durante la tos o el estornudo, para arrojarlos a continuación a la basura.
9.- Utilizar mascarillas solo en el caso de estar enfermo. Su empleo sistemático no se considera recomendable ni necesario.
No se pierdan el décimo consejo.
10.- Seguir sonriendo -un gerundio tan cargado de beneficios para la salud-, seguir disfrutando de tantas cosas positivas de nuestra vida, seguir creyendo en el ser humano. Porque estoy convencido de que -permitiéndome otra licencia desde mi argot más deportivo- al final este partido lo vamos a ganar.
Permítanme que añada algo. Confiar en la providencia. No van a dejarnos solos. 

viernes, 6 de marzo de 2020

MANÍAS


ESPECIALES


Aquello no encajaba con lo que esperaba encontrarme. Un grupo de alumnos aislados en una aula situada al fondo de un pasillo. Parecían vivir en un micro universo al margen del resto. Topé por casualidad con ellos después de que ninguno de mis  alumnos de bachillerato hubieran acudido a clase. Eran  mis primeros días en la docencia. Me sentí rechazada. Hoy, con la experiencia del paso de los años, he comprendido que las pellas de los alumnos de bachillerato no tenían que ver conmigo, sino con el status de la asignatura. A mi ni tan siquiera me conocían. Yo a ellos tampoco. Luego la cosa no fue del todo mal.
Pero ahora tenía ante mis ojos   una   clase de secundaria con aires de aula infantil. Llena de muñecos y posters de colores. Alumnos de educación especial a los que pretendían incluir en el régimen ordinario de un centro de secundaria de aquella manera. Cada año se pedía a un profesor del claustro  una hora de su carga docente para impartirles un taller de lo que fuera con tal de llenar el espacio. Pero aquel año a nadie   le apetecía  limpiar babas, soportar olores desagradables o exponerse a que el  pequeño Adrián, con síndrome de down y autismo acumulados le arañara en el cuello. Yo me había quedado sin horas y ellos sin profesor. Me sentí tan identificada con aquel abandono… así que me ofrecí a darles un taller. El director del centro fue claro: Es que los de religión no podéis. Y sentí como si ser profesor de mi materia  fuera como   haber nacido con algún tipo de deficiencia como las de aquel grupo de rechazados. Con sensación de inutilidad  abandoné su despacho  cuando de pronto el director salió en mi busca. Si la administración no lo resuelve lo haremos a nuestra manera. Supongo que tras 10 años, ya habrá prescrito la fechoría frente a la administración.

Así que hube de ingeniármelas para llenar cada semana una hora docente: bailes a ritmo de los cantajuegos, procesiones de Semana Santa dramatizadas a ritmo de tambor, dibujos coloreados a su manera. Me ayudaba también la encantadora Rocío profesora de pedagogía terapéutica. Estos profesionales son  cariñosamente reconocidos y conocidos  en el mundo educativo como PT.
 Cuando después de estar con ellos regresaba a las aulas donde estaban los otros,  sentía  que me faltaba algo. Un algo que solo encontraba en el Aula de Educación Especial. No sabría decir el que. Lo que aquel grupo de alumnos me aportaba era algo especial. Posiblemente bastante más que yo a ellos. Empecé a recopilar material, a buscar recursos. Creé en mi escritorio una carpeta donde almacenar canciones, cuentos, láminas para colorear. Le puse de nombre “Mis chicos especiales”. Tibi, Vanessa, Bárbara, Adrián…imposible olvidarles. Se que he hablado anteriormente de ellos pero no puedo evitar hacerlo. Son un ejemplo recurrente en muchos momentos de mi vida.


Los he evocado nuevamente al ver esa película francesa que estos días están proyectando en los cines: Especiales.  La historia de dos amigos, un musulmán y un judío que  crearon una ONG para ayudar a niños autistas desechados por otras instituciones. Unos sesudos inspectores  quisieron cerrarles la institución por temas burocráticos pero no voy a contarles el final. No dejen pasar la ocasión de conocer a estos seres especiales.

LA MELENA AL VIENTO

  Los padres marroquís son muy duros con sus hijas, profe. Bajaba la mirada, avergonzada por no saber que más añadir a su mirada velada. Est...