Me desolaba pensar en los tiernos miembros de aquel niño semidesnudo, ateridos de frío en plena noche invernal. Su helada nariz. Los sabañones de sus dedines. Tiritando. Sin abrigo ninguno del que echar mano.
Desamparado e ignorado por un pueblo deshumanizado e impasible ante su miseria. Un pueblo que, pese a tanta lucecita, languidecía de desapego en la fría desvinculación del que tiene hibernado el alma.
Porque en esta tierra ya no hay Caridad.
Era un villancico que escuchaba en el coche cuando viajaba de un lado a otro con mis padres. Una cinta de La Braña que compramos un domingo con uno de los periódicos locales. En ella el célebre grupo de folk leonés desgranaba parte de un romancero navideño. Villancicos procedentes de distintas zonas de España. Casi todas tonadas alegres. Menos aquella tradicional gallega que comenzaba con una música lejana, que no era de zambomba, pandereta o almirez. Era como un lamento de gaita triste.
Imaginaba la escena y se me quitaban las ganas de cantar.
El romance hablaba de una niña que le decía a su madre que en la calle había un hermoso niño que debía de estar muerto de frío porque el pobre venía en cueros. Y a nadie parecía importarle demasiado. O al menos eso pensaba yo.
Pero ahora que lo repienso debí haberme fijado más en la actitud de la empática niña y de la piadosa progenitora que se compadecieron del gélido estado del pequeño dejándole entrar en su casa para calentarse. Siempre hay gente buena.
Una vez que el pequeño entraba en calor la mujer se interesaba por la familia del desamparado y surgían las preguntas:
¿De qué tierra y barrio eres pequeño?
Mi padre es del cielo, mi madre también.
Yo bajé a la tierra para padecer.
Entonces, la mujer entre el asombro y la lástima, y conmovida por el santo origen de tan divino huésped, le pide a su hija que le prepare un lecho digno de tan celestial alcurnia mas el niño, con la determinación de la autoridad le contesta: “No me la haga usted señora, que mi cama es un rincón “”Mi cama es el suelo desde que nací “Hasta que me muera ha de ser así”
Compartir el destino de los más pobres de la tierra. Ese fue su propósito. Siempre lo tuvo claro. De Él celebramos hoy una entrañable fiesta. La de su Santísimo Nombre. Por Caridad, abrámosle las puertas, ¡que es Jesús!
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