Epitafio a un abeto talado.
No quiero ir a no ver nada.
Cicatriz gigante
zurcido en tierra
arrancado a pulso.
Tierra descarnada
que tragaste voraz
las pisadas de los recuerdos
hendidos entre las rendijas
de polvo yermo.
Lágrimas pétreas
parásitos de alma.
Sombría tierra
estéril de juegos,
pasto de hastío
sombra lúgubre
de funesto augurio.
Ya no habrá sombras
que aligeren
ni brisas
que inciensen.
Ya no habrá píos
que evoquen.
Ni piñas
que jueguen a ser
cigüeñas.
Y en la hondonada
de la montañas
una niña llorará
porque no tiene donde cobijarse.
Ya no habrá sombras
que aligeren
ni brisas
que inciensen.
Ya no habrá píos
que evoquen.
Ni piñas
que jueguen a ser
cigüeñas.
Y en la hondonada
de la montañas
una niña llorará
porque no tiene donde cobijarse.
La cordura
consiguió el trofeo.
Te arrancaron
y dejaron
boquete
penoso
sin
Fe.
No quiero ir a no ver nada.
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