Colaboración lunes 13 de mayo de 2019.
La Nueva Crónica de León
Les voy a contar una historia de corrales de comedia y de disputas de vecindad donde se enfrentan gentes de campo y ciudad en este gran teatro mediático que siempre cuelga el cartel de lleno cuando los gallos disputan. Ha sucedido estos días, en plena pascua primaveral. Este es un gallardo pastor llamado Nel Cañedo (aunque el apellido debió sufrir una transformación, ya que la d es sin duda una r) . El mozo parece instruido a la par que osado. Pese a haber optado por la huida del mundanal ruido fijando su residencia en un pequeño municipio llamado Onís, el osado rapaz, nacido y criado por aquellos lares, no renuncia a desconectarse por completo de la aldea global digital por lo que de vez en cuando, realiza vídeos cacareando a los cuatro vientos, que, una vez colgados en la red social, consiguen múltiples beneplácitos de los transeúntes digitales que hasta su muro de las lamentaciones se acercan.
Pues bien, hete aquí que el mozo se ha hecho un ‘influencer’ en toda regla con motivo de una noticia que ha saltado a la palestra del corral informativo. En un pueblo de su querida Asturias llamado Soto de Cangas, unos turistas han forzado el cierre de un gallinero por orden municipal y previa denuncia del propietario del alojamiento, al haber padecido, durante su estancia en un hotelito rural, los cantos destemplados e intempestivos de gallos que no saben de horarios ni fecha en el calendario. Deben ser un tanto desmemoriados, ya que no se avienen a ese sabio refrán que reza que una hora duerme el gallo, dos el caballo, tres el santo, cuatro el que no es tanto, cinco el capuchino, seis el peregrino, siete el caminante, ocho el estudiante, nueve el caballero, diez el pordiosero, once el muchacho y doce el borracho.
Nuestro pastor, indignado, ha colgado uno de sus lapidarios audiovisuales arremetiendo entre otros, contra la prensa que ha publicado la noticia calificándola de logro.
Este periódico va de mal en peor, se lamenta, porque orienta la noticia como un triunfo. Y en la foto que publican –dice Nel– sale el dueño del hotelito como tipo ‘gayasperu’ subido a una banqueta con su camisina rosa ‘de pijo tope gama’ y todo orgulloso ‘con pecho palomo’ para que se vea al fondo el gallinero de la discordia.
El zagal astur, increpa a los turistas que están de fiesta hasta altas horas de la madrugada con la música a todo volumen y claro –dice– como estuvimos de comedia, luego nos molesta el tractor y los gallos. Pero los de aquí cuando vamos a Madrid no nos quejamos del camión de la basura ni del ruido de coches.
El dueño de la estancia hotelera asegura, en su descargo, que algo les están haciendo a esas aves porque no es normal que canten a las horas que lo hacen. Quizá sería bueno contratar a un adiestrador para que les enseñe a tales gregarias vecinas aladas a comportarse de manera civilizada para no alterar el descanso de los apacibles huéspedes que buscan pueblos civilizados donde los perros no ladren, las vacas no mujan y los tractores no transiten.
Menos mal que Nel y tantos otros como el, aún mantienen el orgullo de ser de pueblo y saben quien debe mandar en este corral de comedias donde cada uno tiene sin duda su papel.
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