viernes, 24 de mayo de 2019

ENJUGA TUS LÁGRIMAS




Recuerdo la profunda tristeza que sentía al escuchar aquella voz joven de un Alejandro Sanz que empezaba a despuntar en el panorama musical cantando aquella canción.




 La escena desoladora de la joven tendida en la carretera, con la melena esparcida sobre el pavimento mientras un novio joven con el que apenas había recién estrenado el amor se lamenta amargamente. A lo  lejos se escuchan las sirenas cabalgando que, como dice la canción resonaban  en una noche olvidada.
Pero cuando tienes 15 años todo lo sueles ver  bajo un halo de romanticismo que no llega a la raíz de las tragedias. Te quedas en los aledaños de la superficie. Y a menos que te haya tocado aún no sabes lo que significa la  temprana pérdida  de un ser querido en accidente de tráfico. Una vida truncada a destiempo, si es que hay un tiempo idóneo para morirse, que parece cercenar el sentido de otras tantas que órbitan a su alrededor.
 Recuerdo a un hombre que pedía a la puerta de mi parroquia. Se llamaba Ivan y era ruso. En su país había sido camionero. Tenía un hijo. Se sentía orgulloso de él. Un día le regalo una moto. Al poco tiempo su hijo murió en un accidente cuando la conducía a gran velocidad.
También en la canción de Alejandro volaban por la carretera.

Hace un momento me iba diciendo 
No corras tanto que tengo miedo 
La ambulancia volaba 
Entre la vida y la muerte pensaba 
Que echaba tanto de menos su casa 

Ivan no se  perdonó a sí mismo. Presa de un remordimiento al que su mujer también contribuía con continuos reproches comenzó a beber para olvidar, perdió su trabajo y huyó de su casa hasta que recaló en León. Y aquí conocí su historia. Tristemente real.

Entre la vida y la muerte 
Se piensa tan diferente

Cuando el dolor acampa en nuestras vidas todo se relativiza y es entonces cuando alzamos la mirada al cielo en busca de respuestas.

Termina la canción anunciando luces mortuorias.


Y la luz se le apagó 
Y su voz se le apagó 


Y escucho pasar la vida 
Y el suave latido en corazón 




Pero nosotros sabemos que la muerte no es el final. Lo recordaba San Agustín en aquellas palabras 


No estoy lejos… tan solo a la vuelta del camino.
Lo ves, todo está bien…
Volverás a encontrar mi corazón, volverás a encontrar su ternura acendrada.
Enjuga tus lágrimas y no llores si me amas.


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NARANJAS DE ESPERANZA