Imagen de una carta que una niña le escribió a su paciente anónimo. |
Mientras subía por aquella tediosa escalera, tan manida, transida
Tan buscada y deseada.
Mientras me revolcaba gozosa en mi propio dolor
llegó su carta,
anónima, ingenua.
Preñada de preocupación
por el enfermo anónimo
que yace solitario en un lecho huérfano
de caricias conocidas.
Nostálgico de miradas madres, padres, hijos...
que no le miman.
Solo en medio de la nada
de una enfermedad que paralizó al mundo
y mató vidas y sueños.
La niña única en su casa
única en su especie,
que sufre por el doliente
al que no conoce
pero desea la felicidad del solitario yaciente.
Mientras un solo corazón de niño
albergue tristeza por el otro
habrá esperanza
para que los sueños levanten
y revitalicen
el alma rota de un mundo perplejo
que se sacude de esta pesadilla de muerte.
Niña encerrada que enjugaste mis lágrimas
con el candor de tu carta.
Pau, la niña de la carta que convoca lágrimas de impotencia
legadas por su inocencia.
Emergió. En medio de una escalera que conducía a la nada.
La trajo una paloma mensajera blanca de bata y mascarilla verde.
La niña de la carta.
La trajo una paloma mensajera blanca de bata y mascarilla verde.
La niña de la carta.
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