Que se lo digan a Carmen Emília, que va a celebrar sus 106.
O a Laureano García de 87 al que llaman nuestro sacristán por llevar detentando tan ilustre cometido durante más de cuarenta años en la parroquia de San Antonio de Padua.
O que se lo digan a la valenciana Clotilde Veniel, que con sus 107 primaveras es voluntaria de Caritas en la localidad valenciana de Bicorp donde reside y en la que continúa realizando la visita a enfermos y ayudando en la recogida de ropa usada para personas pobres. La veterana posee “una salud y vitalidad envidiables” que , según su hija, también Clotilde, de 78 años es lo que le permite continuar con su incesante actividad en favor de los más desfavorecidos.
No le faltan los achaques pero a pesar de todo, sigue ayudando a recoger ropa usada y a recaudar fondos, y sigue visitando enfermos, a los que – según sus propias palabras “transmite siempre alegría, cuenta chistes, y trata de darles esperanza”.
“No hay que hablar de problemas con los enfermos, ni de cosas tristes, ni de dolores, sólo de cosas buenas y alegres”, dice. Su hija nos cuenta el secreto: “tiene mucho humor, raudales de alegría y un espíritu muy positivo que transmite a todo el que tiene alrededor”
Hace años ya le parecía imposible llegar a cumplir un siglo de vida y ahora explica que vive “de prestado” y no se cansa de dar gracias a Dios.
Clotilde asegura que trabajar y mantenerse activa ha contribuido a su longevidad.. De niña y en su juventud ayudaba en casa pastoreando el ganado. Además, trabajaba en la carnicería de sus padres, acudía a la vendimia en Francia y, durante un tiempo, sirvió en la casa de una familia en Barcelona. Más tarde se casó con un labrador y siguió trabajando en el campo.
Su familia está compuesta de dos hijos, cinco nietos y seis bisnietos”. El párroco, don Andrés, le visita de vez en cuando, y ella le recrimina: “No te preocupes que aún puedo ir a la iglesia”.
Esa Iglesia a la que Carmen Emília, Laureano y Clotilde han servido y siguen siendo testigos que irradian La Luz de Cristo resucitado. Él también se hace presente a través de ellos en su piel cuarteada y sus miembros cansados.
Sin embargo el paso del tiempo mantiene siempre joven su fe en Cristo y las ganas de seguir a bordo de la barca de Pedro en la que también reman con su presencia y experiencia. Toda una vida testificando a Cristo. Y suma y sigue.
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