Columna publicada hoy en la sección de opinión de la Nueva Crónicade León.
Los hospitales son cúmulos de sentimientos, de esperanzas y penurias. Por doquier rebosan las historias a menudo más de aflicciones que de dichas. A quien le ha tocado pulular por tales edificios a causa de tristezas propias y ajenas, sabe que los episodios que relatan las dependencias de cualquier centro sanitario propician múltiples reflexiones sobre la fugacidad y fragilidad de la existencia humana. Y aún más cuando el motivo que te ha llevado a visitarlos te interpela muy de cerca. Tener un familiar mayor enfermo supone estar en alerta constante, ante una incertidumbre que nos mantiene siempre al borde del continuado enganche a una botella de oxígeno o a la vía sanguínea resignadamente tendida y rendida ante el antibiótico intravenoso.
Si acaso los familiares del enfermo forman parte de una familia bien avenida, los cuadrantes de turnos de acompañamiento y estancia nocturna se resuelven con negociaciones no exentas de naturales asperezas. Es lógico que surjan tensiones. Cuando se entra en una dinámica constante de ingresos hospitalarios, el agotamiento familiar, amén del calvario para el enfermo, es patente. Todos somos celosos de nuestro escaso tiempo libre, reacios a cambiar planes previamente concertados, amantes de la libertad de disponer de nuestras horas de asueto con libertad y albedrío. Diversos pareceres nos hacen asumir la realidad de nuestro enfermo desde distintas perspectivas no siempre concordantes y consensuadas. A menudo se producen disidencias sobre el modo correcto de proceder ante el necesitado y sus necesidades. Además, a todos nos gusta olvidar nuestros problemas disfrutando del sol. Ese que justo estos días, en torno a San Juan, alcanza su solsticio de verano situándose en el punto de la elíptica donde el astro rey alcanza su posición más boreal.
Los solsticios, como el de verano en torno al día de San Juan, ocurren por el movimiento de traslación de la tierra alrededor del sol y la inclinación de aquella. Solsticio significa sol quieto en su traducción literal porque en los días anteriores y posteriores, el impasible sol no cambia demasiado su posición respecto a la inquieta tierra.
Mirando los cuerpos quietos de estos enfermos que ahora me acompañan, pienso en que ese sufrimiento se aferrará a alguna esperanza. Siempre necesitamos pensar en alternativas y compensaciones cuando el dolor aparece atizando tan de lleno. Creer que un horizonte mejor en algún sitio nos espera para que se cumpla ese deseo de tener un cuerpo nuevo que , con cierto sentido del humor , pide el enfermo de la cama de al lado al preguntarle por lo que necesita.
Humanidad doliente, cansada y nostálgica de las delicias juveniles que el paso del tiempo arrebató. Soles quietos que rebuscan el calor de una idealizada vida pasada. Quisieran danzar de nuevo al ritmo trepidante y golfo de las llamas de una ya nocturna hoguera bruja cuyos rescoldos aún pugnan por avivarse mientras les contempla el espectacular ocaso rojizo.
Desde la habitación de un hospital de León y agradecida por tener profesionales y una de las mejores coberturas sanitarias del mundo , tocó cuidar a un sol quieto. Hoy hasta aquí dio de sí esta columna San Juanera.
Me ha gustado mucho tu relato, lo escribes con la paz, con la quietud que se respira en un hospital donde parece que las horas no pasan. La palabra "hospital" tendría que ser sinónimo de "salvación" y por lo tanto positiva, pero será por todo lo que se sufre estando allí, ya se acabe en final feliz o dramático, por lo que todos vemos negatividad en ella.
ResponderEliminarSAludos.
Hospital y salvación. Un binomio que a menudo olvudamos. Gracias por tu comentario que refleja una fina sensibilidad. Honrada de que te haya gustado Manuela.
ResponderEliminar