viernes, 5 de octubre de 2018

SEÑORES DE NOSOTROS MISMOS



    El domingo escuchaba atentamente a  D Antonio Trobajo , deán de la catedral, antiguo profesor mío y compañero radiofónico en esta casa. Predicaba en nuestra Pulchra leonina  la homilía de las 12.30. Acababa de celebrarse  el tradicional duelo dialéctico del Foro u oferta entre la Corporación municipal y el cabildo catedralicio. 
    En los primeros bancos y como manda la tradición se encontraban las fuerzas vivas institucionales luciendo los atuendos y símbolos propios del cargo.

Comenzó D Antonio comentando, al hilo de las lecturas proclamadas,  la grandeza de corazón de nuestro Dios que siempre corresponde nuestras buenas acciones de manera desproporcionada dándonos a cada cual el ciento por uno. Un Dios que se aleja de cualquier fanatismo, exclusión, cerrazón y descarte. Sugería, en el marco de tradición en el que se desarrollan estas fiestas de San Froilán, regresar a los valores Cristianos. Ilustró su plática con una noticia recientemente acaecida en Toledo donde acaban de encontrar, tirados en una autovía ni más ni menos que doscientos cincuenta Mil euros.  Fue la llamada de un ciudadano que transitaba por el lugar la que alertó del hecho a la guardia civil. Con posterioridad al hecho se realizó una encuesta entre los ciudadanos para determinar qué habrían hecho en caso de que el hallazgo le hubiera sucedido a ellos. La mayoría abrumadora confesaba que se habría quedado el dinero. 

   Eso me hizo pensar en mi amiga Carmen, una profesora en excedencia ahora por dedicarse a la política. Durante una clase les preguntaba  a los alumnos qué haría si hubiera sobre la mesa 100 euros y de repente se fuera La Luz.
Si pensáis que sois de los que cogeríais el dinero no os dediquéis nunca a la política. Les decía.
      Fue un alumno impactado el que me contó la anécdota.
   Terminaba  D. Antonio su predicación invitándonos a ser siempre señores de nosotros mismos.
   Tras la homilía la Catedral se llenó de los ceremoniosos acordes del soberbio órgano primorosamente desgranados por Samuel Rubio. 
   Mientras escuchaba la música miraba hacia los primeros bancos orando por los hombres y mujeres que rigen  los destinos de la res publica legionense.

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