En menos de una semana varios alumnos se quejaban del trato de sus compañeros. Yo misma he escuchado lindezas tales como “ el moro te roba la caja, no se la dejes” o “ profe este me llama moro” “ya pero él mi llama chino”. Hablo de alumnos de secundaria que presumiblemente deberían tener la empatía más desarrollada por edad y bagaje escolar.
Per si va de broma profe. Ya pero a nadie le gusta que le insulten aunque sea de broma
No solo enseñamos, educamos.
Se lo he dicho muchas veces.
No soporto que os insultéis tan gratuita y alegremente.
Por eso cuando conocí este experimento social lo llevé inmediatamente al aula.
Primero un grupo de alumnos debía salir a la pizarra para escribir los insultos que a menudo escuchan. Tiza en mano se venían arriba. Las tizas se deslizaban con soltura. Decenas de insultos cuajaban el encerado mientras sus compañeros asistían sonrientes a la tarea. Para más iniciativa en este caso no hubo censura. Preferí que escribieran con Libertad.
Segunda parte. Debían levantar la mano los que hubieran recinbido alguna de las lindezas escritas. Los que hubieran recibido de alguno de sus compañeros algunos de los insultos que estaban leyendo. Toda la clase levantó la mano.
Posteriormente borré los insultos. Creo que pocas veces he borrado con más ganas.
La tercera tarea consistía en solicitar voluntarios que quisieran salir al encerado a escribir tres cualidades de alguno de los compañeros que en ese momento estuvieran presentes en el Aula. Esta vez se presentaron algunos menos. Parece que lo de positivizar se nos da peor.
Finalmente algunos alumnos - cuya decisión no me resultó sorprendente - escribieron cuidadosa y ordenadamente las cosas positivas que encontraba en sus compañeros. La tarea se completaba con otra posterior. Prestarse a indicar el nombre del compañero y leerle las palabras escritas.
Sus caras lo decían todo. Ojos que brillaban al sentirse queridos, apreciados y valorados por sus iguales.
Y en las tres clases donde llevé a cabo el experimento el mismo final. Un sonoro y rotundo aplauso. Parece que las buenas noticias son siempre bien recibidas.
Entonces recordé una de las maximas que aprendí mientras cursaba mis estudios de Derecho en la Facultad. “ Lo que abunda no daña”
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