Rodeado de princesas jóvenes, orquídeas majestuosas que ondulan al viento acariciandole con sus pétalos de terciopelo.
Camelias tiernas que hacen las delicias de las brisas marinas jugueteando con las cuentas de sus collares.
Brillan a la par que halagan.
Por eso le gustan.
Y aquella es pobre margarita soñadora que crece humilde en el recodo del camino.
Una flor a medio deshojar que sueña con ser Orquídea, camelia, viento y brisa.
Pero que sólo puede dejarse cimbrear bajo el vuelo de una pluma. La que dejó caer la gaviota antes de la última de las heridas.
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