Comentábamos en un grupo de Bachillerato un artículo de Enrique Rojas Marcos. En el mismo, el célebre psiquiatra reflexionaba sobre la psicología de ese quinteto de infames autodenominado la manada que ha cometido una serie de delitos contra la integridad psíquica y física de una mujer. El médico afirmaba que para hacer un análisis riguroso sobre el tema es necesario no sólo ceñirse al aspecto legal, sino ir a la raíz del comportamiento de estos sujetos para los que el uso de la libertad ha sido actuar al libre albedrío dejándose llevar por los instintos sin tamiz alguno.
Comentábamos que la ética es el arte de usar de forma correcta esa libertad subyugando la pasión descontrolada a los correctos derroteros de la razón.
Les decía que esta sociedad en la que vivimos es realmente compleja porque a pesar de ser puntera en avances tecnológicos y otros muchos campos parece habérsenos escapado el control en los temas nucleares que dan sentido a nuestra vida como el amor, la familia, la dignidad de la persona. Justo iba a hablarles del relativismo cuando Sandra levantó la mano para intervenir.
.- Es que nadie nos enseña lo que está bien y lo que está mal.
La sentencia cayó sobre mi conciencia sobre un bomba. Pensé en que vivimos en una sociedad tan preocupada por lo políticamente correcto que nadie se atreve a enarbolar el sentido común para recordar lo obvio.
Y ellos, aunque sean de naturaleza crítica y muchas veces transgresora necesitan conocer los límites.
Lo que es correcto y lo que no.
Esta pequeña manada de jóvenes curiosos e inquietos serán la sociedad del mañana y de ellos dependerá que el mundo camine hacia derroteros de justicia y fraternidad por ello es necesario proporcionarles pastos limpios, aligerar la pradera de malas hierbas y proveerles del agua fresca, limpia y cristalina que emana de la fuente de agua viva.
Piden a gritos referentes y cuando los encuentran saben apreciar lo bueno, no os quepa la menor duda. Pero para eso es necesario que conozcan las otras versiones aunque no sean las que más se estilen ni aparezcan en los medios habitualmente.
Si los profesores, padres y demás educadores no se las ofrecemos ¿quién lo hará por nosotros?
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