Deberías ver las rozaduras de mis talones.
Nunca quise decirte nada. Pero llevo años intentando soportar aquellos zapatos sólo porque dijiste que te gustaba vérmelos puestos.
También eliminé los calcetines blancos. Te escuché. No eran propios de un “tío” con clase. Eso es de “ornis” dijiste. El acróstico de objeto rural no identificado. Puñalada trapense la tuya. ¿O era trapera?. O tramposa. Como tú. Caí en tu red. Lo que te ponía era tener al paleto cerca bebiendo los vientos por ti y tu melena ondulante. Querías cuero legítimo pero te fuiste con el “pijo” de zapatillas de lona. Más yo sigo, calzándome a sangre cada mañana
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