Ayer lo recordábamos en clase. Hace aproximadamente un año por estas fechas fallecía mi compañero Ángel. El profesor de Religión que impartía clases en el IES Eras de Renueva.
Cuando llegué allí para sustituirle me encontré con una legión de alumnos desolados por la ausencia y enfermedad de su profe de Reli. Ángel era una gran persona. Con impecable profesionalidad sabiamente combinada con dosis de humor y paciencia sabía transmitirles a los alumnos los contenidos fundamentales de la asignatura. Era muy querido también por el claustro de profesores. Su entrega iba más allá de su horario. Trabajaba activamente dedicando muchas horas extras a sacar adelante varios proyectos y programas en los que colabora el instituto.
Pero hay una cosa que sus alumnos siempre recuerdan de sus enseñanzas: las parábolas de Jesús.
Por eso ayer le recordábamos cuando analizábamos el cuadro del Buen Samaritano de Vicent Van Gogh. Les contaba el carácter autobiográfico que el pintor holandés había querido reflejar en el cuadro al verse recogido por los brazos de su hermano Teo que le salvó de la locura, al igual que aquel samaritano salvó de una posible muerte al hombre apaleado por los Ladrones. Analizábamos los elementos que aparecían en el cuadro: el sacerdote, el levita, el cofre vacío. Los alumnos permanecían callados. Se sorprendían al saber que el pintor fue muy poco valorado en vida por un padre que sólo veía en él defectos y fracaso. Fue la pintura la que le permitió expresar la belleza que atesoraba su corazón.
Tras visionar la parábola dialogamos sobre la enseñanza que Jesús había querido transmitir A través de la pluma del evangelista Lucas. La compasión activa hacia el prójimo.
Entendieron muy bien la enseñanza. Claro que me lo habían dejado fácil porque han tenido un buen profesor de religión.
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