Cuando éramos jóvenes hacíamos novillos para caminar bajo la lluvia sin paragüas. Cogidos de la mano disfrutábamos de la clandestinidad deambulando libres por las calles de Berlín. A veces un sol inesperado emergía del cielo para conjurarse en feliz unión con el agua formando arco iris que se enredaban en tu pelo trigueño. En Primavera recogía margaritas para hacerte un pequeño ramito. Hasta que desapareció nuestra pradera. Fue cuando construyeron el muro. Entonces dejé de verte. Desde ese día no he dejado de soñarte. Por eso hoy decidí escalarlo. Pero no hubo suerte. La lluvia empapa mi cuerpo inerte.
Belleza. Quiero captarte en esos instantes para apropiarme de un poco de eternidad...
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