lunes, 2 de enero de 2017

NUESTRO ÁRBOL GENEALÓGICO



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¡Cómo les ha gustado a mis alumnos la historia de David y Betsabé!
Mientras se la contaba la clase permanecía en completo silencio lo que siendo bulliciosos por natura es muy de agradecer.

Y es que este episodio bíblico tiene todos los ingredientes para convertirse en  un best-seller de primera magnitud.

¡Para que luego digáis que la Biblia es un rollo!.

Escuchaba a César durante el retiro de Navidad - que este año congregó a alumnos de la escuela de Antero Mateo, profesores de Religión, catequistas, y diáconos permanentes, aspirantes al diaconado, y seminaristas - leer el árbol genealógico de Cristo mientras proclamaba el inicio del Evangelio de San Mateo y mis oídos se detuvieron en David, este célebre rey judío, gran pecador, que sedujo a la mujer del general Urías para luego mandarle al frente en primera línea de fuego con el objeto de que que le eliminaran y así poder disfrutar del amor pleno de la bella Betsabé. Y sin embargo Dios, sin tener en cuenta su pasado le eligió como antepasado de su hijo Jesús. Curiosa decisión que puede chocar  hoy que está tan de moda recuperar el pasado genealógico de la familia. Todos se lanzan como posesos esperanzados de que quizás encuentren algún antepasado que permita ponerle al pabellón  familiar un sello de pedigrí.

Pero a Dios no le va el pedigrí. Si no no hubiera elegido para si semejante establo en el que reclinara su cabeza durante las primeras hojas  su Hijo Amado.

Él quiso abajarse para que le pudiéramos mirar cara a cara.

Así que es justo corresponder a tamaña gentileza devolviendo el regalo que nos hizo. Se trata de darle el toque divino a nuestra vida. No de que nos sintamos divinos de la muerte estando encantados de habernos conocido, sino de que miremos a los demás como Dios nos mira. Con ojos de misericordia.

Sembrar luz a nuestro alrededor deslumbrados por la que irradiaba la Estrella de Belén.

 Esa misma que dentro de unos días guiará a unos Magos de Oriente a una cueva donde la Sagrada Familia de Nazaret custodiaba al Salvador de la Humanidad.

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