domingo, 2 de octubre de 2016

PENDONES: DONDE LO HUMANO SE HIZO DIVINO





   He de confesar que durante muchos años he sentido cierto complejo de pertenecer a esta tierra, no se si por participar de ese carácter apocado del leonés del que nosotros mismo en impía autocrítica nos lamentamos por aparecer como desfavorecidos en las estadísticas que reflejan las cifras de la economía española. 
   Pero últimamente no me reprimo de sacar pecho cuando me confieso leonesa de pura cepa. Y quiero creer que lo que observo no es un mero espejismo. Se dice en  mentideros varios: León está de moda. Y las calles hoy así lo atestiguaron exhibiendo lo mejor de cada casa bajo un cielo coqueto que desplegaba su inmensidad celeste para recibir a las gentes de la provincia. En alegre algarabía festivalera y amigable camaradería los pueblos han sacado a pasear hoy cerca de 400 pendones, inmensos estandartes que los soldados usaban en la guerra como señas de identidad para autodefinirse como oriundos de un determinado lugar y evitar ser heridos erróneamente. En torno a estas coloridas enseñas hemos visto familias enteras danzando, gozando, riendo y conviviendo en grupos nutridos en torno a las asociaciones de amigos de pendones que se encargan de custodiar, exhibir y exaltar con deliciosa vanidad sus preciados pendones. 
   Hermoso ha sido sin duda observar a esos quintos de todas las edades y también interesantes grupos de adolescentes y jóvenes bebiendo una tradición que interpela a aquellos que aseguran que la juventud no sabe vivir la vida más allá de google. Me alegró especialmente ver a muchos de mis alumnos orgullosos exhibiendo trajes y bailando danzas populares. Al sonido de las dulzainas y revoloteando entre faldas y capas reinaba una agradable riada de alegría y concordia que tenía algo de divino.
   Y para terminar la jornada nada mejor que deleitarse degustando viandas típicamente "san froilaneras": chorizo y morcilla de León: manjar de dioses. 
    Así cualquiera se aficiona a cantar esa deliciosa tonada que hace derramar lágrimas a más de uno: todos somos de León.


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