Era una mujer común y corriente.
Hipocondríaca, aprensiva, sumisa y algo obsesiva.
Quiso tener un hogar perfecto pero eligió la persona errónea.
Un ser gris, espartano, lúgubre y malhumorado, celoso y posesivo.
Quiso tener hijos ejemplares y engendró una camada de niños egoistas.
La capacidad de pedir y acumular de aquellos pequeños monstruos
sólo era superada por su infinita habilidad para hacer perder la paciencia a cualquiera menos a ella. Era capaz de pasarse horas infinitas escuchando sus quejas.
En el baúl de aquella pobre mujer sólo había proyectos
y planos de viejos sueños sin finalizar.
Las estanterías de su casa acumulaban fascículos de coleccionables sin terminar, diplomas de cursos sin aplicar, poemas sin publicar, libros sin leer.
Ni siquiera había finalizado la carrera de filología hispánica
ni obtenido el B2 en inglés en la Escuela Oficial de Idiomas.
Cuando miraba hacia atrás sólo recordaba amigos que se quedaron en el intento.
Y antiguos novios que ni siquiera fueron conscientes de haber ocupado una página en su vida.
Miró al caudaloso río dispuesta a lanzarse al vacío.
Por primera vez en su vida iba a terminar con algo.
Sería lo suficientemente disciplinada para finalizar de un modo resolutivo con su propia vida.
Respiró hondo y extendió los brazos para lanzarse desde aquel puente repleto de candados.
Esos candados que los enamorados colocaban en la balaustrada del puente para convertirlos en testigos eternos de amores inacabados.
Recordó a su marido sereno, y a sus pequeños diablillos
añoró a su marido amante, y a sus ángeles cariñosos.
Rememoró su estancia en aquel hogar cálido, sereno, tranquilo, pausado.
Y la placidez de las horas transcurriendo en silencio,
las chiquilladas y risas de aquellos niños correteando incansablemente.
Y las fotos en la mesa del salón, testigos de acontecimientos familiares.
Los desayunos dominicales.
Y ese olor inconfundible que perfuma de serenidad las estancias de casa.
Aspiró hondo y sonrió pensando en este nuevo proyecto que se iba a convertir en otro intento fallido.
La noche estaba preciosa aun cuando la lluvia empapaba su pelo.
Regresó a su casa.
Aquella casa llena de gente común y corriente que colmaba sus días
aún por acabar...
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