De vez en cuando
la risa perfumaba su llanto
y unas nubes coloradas
encendían el atardecer.
Los tamarindos vertían su pena
sobre el pavimento de cristal
y los pasos
se multiplicaban
en tiempo.
Tenues, al ritmo
hueco del camino
nostálgico
de sus vidas.
De vez en cuando
vibraban
pero nunca lo supieron.
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