El pasado domingo tuvo lugar una Presentación de libros . muy especial en un lugar también muy apropiado y propicio para el evento: el café bar Shambala.
Recuerdo la primera vez que descubrí este pequeño respiro cultural en Villalfeide. Uno de esos pueblos donde residen personas inquietas que aman sus lares y presumen de sus montañas. Tanto que son capaces de organizar arriesgadas aventuras deportivas invirtiendo grandes dosis de esfuerzo, sudor y creatividad.
Y en este bar con enigmático nombre de ecos orientales y donde uno se siente en paz se organizan eventos culturales gracias a la apuesta original de sus dueños, una joven pareja que ido más allá del mero café, copa y faria.
Y allí se citaron el editor de Eolas ediciones, Hector Escobar, el veterano viajero sabio oriundo de los Argüellos Ángel Fierro, que acaba de escribir Super Flumina, y el comprometido y brillante minero escritor y activista Juan Carlos Lorenzana que habló de sus Relatos mineros.
Además de los libros se habló del pasado de la montaña del Torío, rodeados de unos montes repletos de un carbón que permanecerá expectante, del presente de una España rural que han dado en llamar vaciada, circunstancia que aún se ha cebado más en estas tierras leonesas sojuzgadas a los caprichos de una centralista política autonómica, y del futuro de estas cuencas y valles a los que extirparon los riñones y trasplantaron el corazón dejando un agujero tan negro como el de la boca de una mina.
Así mismo se dialogó sobre la necesidad de recuperar lo perdido, no tanto para reproducirlo sino para custodiarlo y valorarlo. Con los ojos puestos en esos cielos azules que se nos figuran un tanto verdes buscando la esperanza de un renacer.
Entre los asistentes al acto gentes autóctonas deseosas de encontrar respuestas, valientes que han optado por quedarse a vivir en un medio rural que no siempre les acoge con generosidad, nostálgicos que ansiaban renovar recuerdos, veraneantes que sintonizan con las preocupaciones de sus compañeros de tertulia, y niños pequeños revoloteando como palomas mensajeras deseosas de dejar buenas nuevas.
Una tarde de domingo de las que se recordarán en las duras jornadas invernales que llegarán más adelante.
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