miércoles, 3 de julio de 2019

ADAGIO


La música les había enamorado y unido.
Nunca pudo, a causa de su ceguera, disfrutar en plenitud de la belleza de Victoria. La joven violinista polaca a la que eligió para convertirla en su esposa.
Iban a ser padres de una niña. 
La pequeña nació muerta a los seis meses de su gestación.
Mientras crecía en la barriga de su madre,  su padre, Joaquín Rodrigo, gestaba a su vez una de las piezas más hermosas de la música clásica: El concierto de Aranjuez.
Lentamente se reponía del dolor de la pérdida la joven  Victoria a la vez que escuchaba los suaves y acompasados arpegios rasgados de la guitarra con una ligera sonrisa en sus labios. En ellos adivinaba escondido, de modo sutil, el suave latido  del corazón de su pequeño ángel. El que regaló su pulsión y vida a las cuerdas de una guitarra.



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