Hace muchos, muchos años o puede que no tantos.
Puede que quizá incluso lo que os voy a contar esté aún por suceder. No lo se.
Lo importante es que se celebraba una fiesta.
Bautizaban al pequeño Salvador.
Amigos y familia festejaban el evento con un convite abundante.
La habitación era un lleno absoluto: repleta de luz, y plena de gente. La mesa rebosaba de platos colmados de comida. Los comensales reían a mandíbula batiente entre bocado y sorbo.
Y en la esquina más apartada del comedor el pequeño Salvador gemía de frío y abandono.
Entonces el homenajeado bebé comenzó a llorar.
Tenía hambre y sed, pero sobre todo reclamaba el contacto tibio de unos brazos que le recordaran que era querido.
Su llanto crecía y crecía pero en derredor nadie parecía percatarse de su pena.
Estaban demasiado ocupados celebrando una fiesta en su honor.
De pronto la pequeña Esperancita que permanecía callada al fondo de la estancia desvió la mirada hacia el lugar donde estaba la cuna en la que permanecía el pequeño olvidado. Rápidamente la niña se levantó de la silla corriendo con ligereza hacia el desconsolado para tomarle en brazos al mismo tiempo que la tía Caridad aguzaba el oído. La abuela Fe se levantó solemne y levantando una copa comenzó a dar toques tintineantes con una pequeña cucharita de café. Buscaba la atención de los invitados que sin embargo eran incapaces de atender. Algunos permanecían completamente ausentes subyugados por las pantallas de sus dispositivos móviles.
El niño seguía llorando pese a los esfuerzos de la pequeña Esperanza por devolverle la calma.
Desesperada por la indiferencia de la familia y la apatía de los amigos Espe comenzó muy bajito a cantar una canción. Pronto se unieron a ella el resto de los niños que estaban en la habitación. Al oírles la abuela Fe hizo lo propio acompañándoles en el canto con su voz solemne aunque un tanto desgarrada. La tía Caridad consiguió arrastrar a una buen número de los que estaban a su alrededor. Caridad siempre había tenido mucho don de gentes, sobre todo con los que más suelen resistirse. Al final todos terminaron cantando en torno al pequeño aquella canción titulada Noche de Paz.
Y colorín colorado este cuento ha comenzado.
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