Ahora que el mar de Poniente brama embravecido
e irrumpe la noche
hiriendo el silencio
no queda otra que pensar en las palabras calladas.
En los dedos sesgados por el miedo.
En las dulzuras reprimidas por el zarpazo impenitente
de la voz de guillotina.
Nunca dudé de ti
ímpetu pueril y delicioso.
Miel de melaza me diste
Puro espejismo residual
Versos recónditos.
Ateridos en el rincón de un sueño
que anhelaba caricias
de mármol.
Sin sentido.
Como aquella lluvia densa
Que anegó el verano.
Mientras lloraba la luna
reprimida tras la niebla
que cubrió las estrellas.
El ruido ensordecedor de las olas
me devuelve el sinsentido
de un dolor que gime
en lo profundo de un abismo
que habla de lo que perdimos.
Borbotones de sangre bombeada
a un cuerpo marchito.
Las palabras que gimen
porque fueron calladas.
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