Siempre envidié a esas amigas que mostraban sus conquistas de pespuntes.
Pensaba que poder hacer esas cosas imprimía un marchamo de femineidad.
Soy heredera de la tradición, lo confieso.
Esos enormes cuadros de puntos de cruz que cuajaban las paredes de sus salones y que exhibían con orgullo cuando me enseñaban sus casas.
O aquel enorme espejo en tonos azulados de cristal con aspiraciones de murano que me desafiaba vanidoso desde la pared del cuarto de baño de Teresa.
O el glamour de los zapatos que Lola tapizó al gusto de la corte de Luis XIV. Seguro que su futuro nieto disfrutará con una abuela tan elegante y bien compuesta.
Y los trabajos de Lourdes: esas primorosas camisetas con niñas de principios de siglo que con caras de muñeca sonríen arropadas por el algodón, o las colchas de patchwork, el pececito llavero, el raroncito atrapadientes, y mil y una invenciones textiles.
Apesadumbrada siempre contemplé todas estas deliciosas fruslerías con el desdeño que camufla la falta de pericia.
En el fondo me culpaba por esa carencia de gusto por la artesanía de agujas, esmaltes, marquetería o el mundo versátil de las manualidades.
Hasta que me dejé atrapar por la seducción de la palabra.
E inicié una ardorosa historia de amor atraída por el lenguaje que envuelve y arrebata.
Que deleita y embriaga.
El lenguaje que proporciona telas para vestir la rutina de los días. El lenguaje que puede ser amante ardiente que reclama posesiones matinales, vespertinas y nocturnas.
O subyuga sutilmente susurrando letras que ruegan pespuntes de belleza.
El lenguaje que quiere ficcionarse para abrirse paso en diccionarios inventados. Y que pide fidelidad y sumisión para acomodarse a una rutina que necesita para poder triunfar sobre perezas y desidias. Superar deseos que se quedan en mantillas. El oficio requiere entrega, entrega constante a la palabra.
Por eso yo también tengo un hobby. Ahora no soy huérfana de aficiones.
Pero no quiero que sea un mero pasatiempo.
Así que me entregó a tu seducción palabra, aunque para ello haya que comenzar escribiendo a punto de cruz.
Encontraremos algún salón donde poder colgar esos pequeños tesoros...a punto de cruz.
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