Han pasado varios años.
Avanzaba por la carretera temerosa de lo que podría encontrarme.
Acababan de bajarles el sueldo de una manera importante.
Coincidiendo con mi entrada en la empresa.
Yo era la responsable de hacer las nóminas con lo cual su mente elaboraría de manera preclara este razonamiento de manera axiomática: Ella es la causante de nuestro recorte salarial. ¡Al paredón!
Me habían enviado a aquel poblado perdido en las montañas leonesas con el propósito de enseñar a aquellos señores del volante buenas maneras. Era otra de las atribuciones de mi trabajo aparte de confeccionar nóminas. Dar formación a los trabajadores. "Habilidades sociales para personal en contacto con el público". Así se llamaba el módulo formativo. Los empleados, al finalizar su formación tendrían que haber adquirido destrezas en el manejo del micrófono que llevaban los vehículos que conducían habitualmente. Asimismo debían conseguir desarrollar habilidades para manejar con soltura clientes difíciles y por supuesto conocer perfectamente la manera de satisfacer las necesidades de los todos los viajeros.
En defecto de experiencia profesional y de vida para poder lograr eso dadas las circunstancias adversas, pensé que adoptar el rol de recién llegada ingenua y despistada podría dar resultado, y lo dió.
Los alumnos resultaron ser perfectos caballeros que lejos de intentar linchar a la nueva de recursos humanos me miraban con la conmiseración del que observa al recién llegado dilucidando cuánto va a durar en la empresa. Debía transmitir una imagen de ingenuidad absoluta, y eso ayudó.
Una vez ganado al auditorio y salvados los prejuicios iniciales durante las formaciones pensé en un modo de transmitirles la necesidad de empatizar con los usuarios. Fue entonces cuando se me ocurrió ponerles esta escena tan divertida y certera. Es de la célebre obra maestra "Bienvenido Mr. Marshall". Los habitantes de Villar del Río hacen cola para transmitir las peticiones que les harán a los americanos que llegarán al pueblo para ayudarles a salir dela miseria por exigencias del Plan Marshall. Lo que yo quería transmitirles a los conductores es que las personas que se iban a subir a sus autobuses eran tan diversos y variopintos como los habitantes de Villar del Río.
Siempre me ha gustado esa escena. De hecho sigo utilizándola en mis formaciones en la actualidad. Pocas veces he visto una disección mejor de la diversidad humana. Un extraordinario estudio de las inquietudes del los seres humanos. .
Pienso en todos los alumnos que cada día me encuentro en el aula.Nos empeñamos en dispararles conocimientos sin tamices de ningún tipo para engrosar su intelecto y ayudarles a confeccionar un curriculum deslumbrante desde nuestros postulados para que "sean alguien la vida" olvidando que sus expectativas y necesidades están muy lejos de lo que nosotros les damos. Se pretende lograr la soñada inclusión sin adaptaciones ni contemplaciones.
¿Y nos paramos a pensar en lo que necesitan?¿Hacemos un inventario de sus mochilas?¿Nos detenemos a contemplarles?
A veces lo único que necesitan, como esa viejecita sorda de la escena con la que es imposible comunicarse, es un poquito de chocolate.
¡Dejémonos sorprender!
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