¡Voy a escribir a los guionistas! No hay derecho. ¡¡Es el peor final que he visto en mi vida!!
Así de rotunda se mostraba la niña transida de llanto al finalizar la película
Regresábamos del cine después de haber disfrutado como pocas veces viendo "La la land, Los Ángeles la ciudad de las estrellas". En mi caso por segunda vez, pero no me importó volver, de hecho estaba deseándolo. Hacía tiempo que no salía del cine tan fascinada y deseaba volver a soñar con aquel delicioso cuento.
Por eso quise volver con mi familia empeñada -además -en educar a mis hijas en el buen gusto.
La la land es una de esas películas universales que es capaz de embelesar a pequeños y grandes, un prodigio de sentimientos envueltos en glamour y delicadeza que cuenta una hermosa historia de amor. Degustarla puede marcar historia cuando el espectador es aficionado al cine. Es sin duda una auténtica obra maestra.
Resulta prodigioso que en estos tiempos en que se prodigan la zafiedad y el mal gusto alguien se atreva a apostar por una historia de ternura no exenta de cierta ingenuidad sin caer en la sensiblería ñoña con regusto almibarado. Un producto impecablemente elegante. Pero aún es más prodigioso que un director tan joven, recién estrenada la treintena - consiga dirigir a una pareja de actores con tanta maestría. Cierto es que la pareja protagonista- Emma Stone y Ryan Gosling - derrochan química pero también lo es que un buen director tiene que ejercer con arte su oficio de extraer lo mejor de los intérpretes y Damien Chazelle lo ha conseguido con creces. A lo largo de los 127 minutos el espectador recorre la historia del cine, y es que la película está tejida de retazos inspirados en filmes históricos como Grease (varias escenas de la pareja en el coche, y la canción que la amigas interpretan posando frente al espejo), Cantando bajo la lluvia (el solo que Sebastian se marca en el muelle del puerto bailando con la mujer de color así como las idílicas escenas en que la pareja contempla las estrellas mientras su amor gana en intensidad), Un americano en París (los números musicales plenos de colores y luz), West side story (varias coreografías), Shall we dance o the band vagon (aun cuando el clacké de Emma y Ryan sea un poco más torpe, es dificil competir con Fred Astaire), Moulin Rouge (el hermoso vals que los enamorados se marcan bailando entre astros refulgentes) o Broadway melody (en uno de los muchos guiños a los musicales de los 40). Hermoso vestuario y un impecable plano secuencia inicial que el director estuvo a punto de eliminar -menos mal que no lo hizo.
.- ¡Mamá son unos tontos!....
No quiero desvelar el motivo por el que la pequeña aseguraba que los guionistas no se merecían nuestros aplausos. Tiene que ver con el final de la historia. Rebeca hubiera preferido otro final, pero el amor es así de caprichoso e implacable. ¿Quien sabe cual es el final más apropiado? Las guindas no siempre deben ser rojas ni estar colocadas en lo alto del pastel, a veces permanecen en almíbar durante muchos años envasadas al vacío para ser degustadas tras mucha maceración. Es entonces cuando resultan más dulces y sabrosas.
.- No llores hija. No son tontos. Lo más importante es que se siguen queriendo. ¿Has visto esa sonrisa final que se dirigieron?. El amor no se ha muerto, sigue vivo, aunque no en la forma que tu y yo quisiéramos.
.- Son tontos ¡si son tontos mamá!...yo querría que al final....
.- Pues yo diría que la única tontería que han cometido es la de enamorarse pero eso es algo que uno no puede controlar como la mayor parte de las cosas en las que anda el corazón de por medio.
.- Venga descansa. Mañana será otro día
Antes de apagar la luz desde el fondo del pasillo se oyó débilmente a la peque de la casa.
.- ¡Oye mamá!...pero en la vida real los actores se llevan bien no?
En fin, el que no se consuela es porque no quiere.
Id a verla...espero no haber hecho spoiler :-)
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