Érase una herida que sangraba, supuraba, destilaba hiel y tristeza.
Y una lágrima que rodaba resbalándose por la indiferencia y la nostalgia.
Un sentimiento marchito que sollozaba a flor de piel pugnando por adherirse a lo inversosímil
Érase una vez un olvido que emponzoñaba el alma,
un látigo que desagarraba estelas,
una ola que anegó aquel paisaje ahogando a las luciérnagas acurrucadas al calor del muro al atardecer.
Érase una vez un amor perdido,
una semilla latente que murió de anonimato
y se hundió en las raíces de la indiferencia de aquel adulto que no dejaba de ser niño.
Érase una vez tu imagen que se perdió en la oscuridad de una despedida a medianoche,
una bofetada que el aire dejó escapar,
una risotada envuelta en un doble filo que traspasó aquel frágil corazón.
Érase aquel ladrón de luces que quiso absorber para si toda la que irradiaba aquella soñadora niña de ojos transparentes que sólo quería agarrar la luna con el cordel de sus sueños.
Érase aquel ladrón de luces que quiso absorber para si toda la que irradiaba aquella soñadora niña de ojos transparentes que sólo quería agarrar la luna con el cordel de sus sueños.
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