Al son de esta canción que más parece una habanera que una serenata mejicana como su autor quiso bautizarla quisiera irme otra vez contigo de paseo por la playa.
Cogiditas de la mano caminaríamos despacio para buscar tus recuerdos y recoger los instantes que se fueron con tu madre cuando decidieron llevársela antes de tiempo dejándote huérfana de caricias y consuelos.
Tus ojos tristes hablan de sufrimiento y congoja.
Hoy mascamos juntas tu soledad mientras llorabas sin derramar una sola lágrima.
Pobre niña de ojos claros que sufres la crueldad de unos compañeros que no saben recoger tus lamentos silenciosos. Donde debería haber consuelo y empatía recoges insultos y desdén. La vida se ensañó contigo. En casa sólo encuentras soledad y la compañía incondicional de tu perro compañero al que no quieren que frecuentes por aquello de no aislarte. Ridícula pretensión querer apartarte de tu perro y ofrecerte a cambio la compañía de adolescentes insensatos que te han hecho eco de sus burlas.
Quisiera coger tu pena y lanzarla lejos. Quisiera devolverte los sueños y convencerte de que no estás sola. Si compadecerse es redimir quiero creer que hoy nos salvamos juntas de la indiferencia. Y que nuestro abrazo resucitó esperanzas y confiscó tus penas
Déjate acariciar por esta brisa suave que quiere peinar tu pelo. Recógela como si tomaras en tus manos la sedosa dulzura con que tu madre te cantaba sus nanas cuando eras bebé.
No dudes que fue tu madre la que quiso que hoy nos escapáramos cómplices y camináramos con los pies desnudos dejando que la arena de la playa nos hiciera cosquillas en las plantas de los pies. Dejamos escapar sin rubor las carcajadas de la inconsciencia pasando de la tiranía de timbres y relojes. A nuestro alrededor una bandada de gaviotas nos buscaban extrañadas sin comprender la razón por la que quisimos evadirnos para fundirnos en un prolongado abrazo como el que mamá habría querido darte.
Ella no está muerta, quizás sean las gaviotas curiosas y cizañeras las que lo estén.
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