En uno de los Institutos en los que he
trabajado tuve la suerte de participar en una brillante iniciativa de uno de
los muchos buenos docentes que tenemos en la enseñanza.
Se trataba de organizar mensualmente durante un recreo del jueves una
actividad denominada "recreo poético"
El
profesor realizaba una selección de textos en torno a un tema determinado.
Desde el
Departamento de Religión quisimos acercar al alumnado la belleza de la Biblia
organizando uno de esos eventos con el título Poesía en la Biblia: la alegría
del corazón. Procuré realizar una cuidada selección con aquellos textos
que destilan más belleza dentro de este gran libro que es el único hasta la fecha
declarado Patrimonio Común de la Humanidad.
Elegimos entre los textos el Salmo 22 de David. Aquel que comienza
"Dios mío, Dios mío ¿por que me has abandonado?". Pretendíamos emular
el dolor del pueblo judío ante la barbarie acontecida a manos de Hitler. Una
alumna de 4º de ESO se encargó de la música interpretando con su violín el tema
principal de la Banda Sonora de la lista de Schidler compuesta por John
Williams. Recuerdo que uno de los apellidos de mi alumna era alemán.
Ella me contó emocionada que su abuelo era judío alemán y había
estado en Auswitch. Habría muerto de no ser por su talento tocando el violín ya que esta habilidad cayó en
gracia a los alemanes por tener su arte para entretenerles en momentos de tedio.
Parece
una historia de película pero no lo es. Estefanía
-supongo que no le importará que revele su nombre -tiene a orgullo ser la
tercera o cuarta generación que toca el violín y doy fe de que lo hace muy bien.
Varios de los miembros de su familia han
hecho de ese bello arte su medio de vida. Seguramente reconocen que en parte le
deben la vida a la música que emite este fascinante y embriagador instrumento.
Se han decidido entregarse a él de una manera plena.
Hoy he vuelto a recordar esta historia. Justo el día en que conmemoramos
que hace 71 años las tropas soviéticas irrumpían en medio de aquel
horror de Auschwitz. Quedaban liberados judíos, cristianos y otras gentes de
diversas nacionalidades y creencias.
Al abuelo de Fani le salvó la música de su violín pero
otros seis millones de seres humanos no tuvieron esa suerte.
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