viernes, 6 de noviembre de 2020

LA OVEJA PERDIDA



 La oveja perdida.

 

Leíamos la parábola de la oveja perdida. Clase de Bachillerato. Era el evangelio de ayer.

Siempre escuchan bastante atentos cuando leemos las enseñanzas de Jesús. Es una de las muchas virtudes que tiene la palabra del Maestro por excelencia. Enseñanzas accesible para todos.

Aníbal permanecía con la mirada atenta, gesto pensativo.

Cuando Álvaro, el lector,  terminó su lectura, Aníbal no esperó ni a que le cediera la palabra. Tenía que decirlo.

Estoy pensando ,profe, que esta lectura tiene muchas implicaciones.

El año pasado Mario, todos le conocemos, tenía a todos los profesores hartos - pensé...¡si lo sabré yo!-.

De pronto me di cuenta de que Sonia, la de inglés, comenzaba a tratarle de manera diferente. Todos empezaron a preocuparse y tenían mucha paciencia  pese a que él siempre estaba desafiando y amargándoles la vida.

Él era entonces la oveja perdida.

Y recordé la historia de este alumno, muchos desarraigos, girones en el alma, horas de psicólogo, lágrimas en la soledad de su habitación. Recordé sus ojos tristes, la manera como se desparramaba sobre el pupitre o soltaba palabras destempladas para hacerse notar. Muy querido entre sus compañeros pero herido y perdido, profundamente solo como la ovejina del evangelio.

Aníbal supo darse cuenta. Y Sonia, aquella profe, y otros muchos, también.

Evangelio encarnado.

Se escuchan muchos balidos perdidos a veces por los pasillos de los institutos. 

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