Se les ve tristes.
Esa fue la preocupación que expresó una profesora por el chat docente.
Tristes … y además “están muy serios”
Y tenía razón. Aunque quizá sobre todo lo que están es un tanto asustados. Es cierto.
Quizá sea porque nos hemos empeñado en concienciarles de la necesidad de respetar las normas, cumplir los protocolos, ser escrupulosos en materia de limpieza y distancias. Ante la continua queja social de que los adolescentes y jóvenes deben enmendar su comportamiento para evitar contagios masivos los profesores estamos insistiendo en las clases. Estos primeros días quizá les estemos bombardeando un poco para asegurarnos de que el mensaje cala con profundidad.
Ellos escuchan pacientes enfundados tras largos flequillos y mascarillas mimetizadoras.
Les hacía un símil bélico en la primera clase: somos soldados, hombres y mujeres que debemos combatir frente a un único enemigo bien identificado aunque tristemente no del todo conocido. En esta guerra contamos con las armas cuya eficacia más o menos conocemos : mascarilla, gel y lejía. La victoria dependerá de nuestra unión en la lucha además de nuestra capacidad para adaptarnos a esta realidad cambiante que nos circunda, incluso de desarrollar y fortalecer esa débil tolerancia a la frustración que hemos dejado atrofiar. Teniendo la certeza de que un ejército brillante debe estar bien preparado moral e intelectualmente para reconstruir lo que quede malogrado. Y que al mando debe estar un cuadro de mandos que sepa organizarles con humanidad y benevolencia no exenta de firmeza.
Así, a medida que se vayan ganado batallas, que cada vez serán más numerosas, poco a poco recuperaremos de manera amplia nuestra sonrisa , esa que de momento, tan solo de momento, permanece agazapada detrás de una trozo de silencio salvador.
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