El pasado miércoles se cumplieron los 18 años de aquello. Y aún permanece vívido en nuestra memoria colectiva.
Todos recordamos lo que estábamos haciendo entonces, mientras nos impactaban aquellas imágenes. No podíamos dar crédito a las feroces llamaradas de fuego que sobresalían de las torres gemelas del Word Tride Center.
Yo permanecía sentada en el sofá mientras le daba el biberón a mi hija contemplando el espectáculo con la inconsciencia del que tiene ante sí un espejismo. Pero no. Era tan real como la muerte de las 2992 víctimas que la barbarie integrista se llevó consigo. No pude evitar prologar la estancia de mi bebé entre mis brazos agarrándole con fuerza como queriendo protegerla de un mundo hostil que parecía estarse desmoronando.
Recuerdo que pensé: ¿qué herencia va a quedarte después de todo esto, hija?¿a qué mundo te hemos traído?
Sobre aquel lugar trágico se ha erigido un monumento al que llaman zona 0 de Nueva York. Zona 0, curiosa expresión acuñada para designar la zona de mayor alcance o máxima devastación en catástrofes de cualquier tipo como podrían ser el epicentro de un terremoto, la zona de impacto de un maremoto en la costa, etc. Un lugar donde antaño se encontraba uno de los pulmones comerciales de la gran manzana y ahora 0. Allí quedaron tantas vidas truncadas con sus proyectos, esperanzas, sueños, quebrados por la barbarie de la guerra en el que un Dios inventado sirve de pretexto para cometer atrocidades.
Cuando expliquemos esto a las generaciones venideras hay que hablarles de tolerancia y respeto. De diálogo y concordia. De tender la mano y comenzar de cero. Sin reproches ni sospechas. Tender puentes con el que cree diferente y apartar prejuicios. Buscar la zona donde exista la menor fricción. Esa zona limpia y sin desnivel donde sea fácil poder reconstruir algo nuevo.
Un amigo me lo decía recientemente. El 0 no es nada pero es la referencia de todo.
La semana que viene comenzamos nuestra Semana de Pastoral.
Será cuestión de poner también nuestros contadores a 0.
Será cuestión de poner también nuestros contadores a 0.
La inquietante cruz que después de la catástrofe se erguía intacta. |
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