Veinte años no es nada.
Por Marta Redondo.
La Nueva Crónica.
21 de septiembre de 2019.
Un loco te robó la vida, Víctor. Un suicida desesperado que corría como alma que lleva el diablo a lomos de su Golf morado con el afán de llevarse por delante consigo a cualquiera que se cruzara en su camino. Un kamikace desesperado que dejó su casa para recorrer la noche suicida embriagado de alcohol. Ese hombre se llamaba Kevin Cui, triplicaba la tasa de alcoholemia y salvó su vida pese a su modo temerario de conducir aquel domingo por la noche. Su conducta salvaje sesgó tu vida y milagrosamente preservó la suya. Le encontraron, momentos después del choque frontal, vagando, como alma en pena por el arcén. Me pregunto cómo transcurrirá su vida después de haber acabado con la tuya. Por su inconsciencia. Por esa terca manía que a veces tenemos de cegarnos en nuestra propia miseria, sin abrir los ojos, para medir los daños colaterales que causamos en ese individualismo atroz que nos atenaza.
Tenías veinte años Víctor, y como canta Gardel veinte años no es nada. A esa edad es tiempo de sueños, y el tuyo estaba cerca. Te gustaba estudiar el grado en animación socio deportivo y ahora un golpe de suerte te había permitido encontrar un trabajo como carnicero en el Carrefour De San Fernando de Henares. El trabajo te ayudaría a costearte la preparación para esas oposiciones a policía. Quizá alguna vez te hubiera tocado, una vez conseguida la plaza, perseguir a un tarado cruzando la M50 como un poseído en dirección contraria. Pero no podremos saberlo Víctor. Tampoco tu madre podrá contemplarte vestido con el uniforme. Estabas contento de poder arrimar el hombro en casa. Necesitaba ánimo tu madre después de lo de Roberto, tu hermano mayor. Hace un año os había dejado, y desde entonces dormías con tu ella. Era tu modo de ayudarle a paliar su tristeza.
Ahora parece ser que el juez va a imputar a Kevin por homicidio doloso y le van a mandar a prisión sin fianza. Sus horas en la cárcel. Allí el tiempo transcurre lánguido y los recuerdos se recrudecen a ritmo de tango triste “Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida. Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenan mi soñar”. Y las noches en prisión son desoladoras Víctor. Recrearse en la imagen recurrente de aquel amasijo de hierros entre los que te quedaste…
Alguien acudió después como ave carroñera a robarte el reloj y la cartera. No siempre los buitres visten alas y llevan pico. Me pregunto qué corazón de piedra puede hurtarle a un muerto sus pertenencias cuando la sangre del propietario aún permanece caliente.
Es un soplo la vida, Víctor por eso a nadie deberían arrebatársela de ese modo. Debieron dejar que tu madre pudiera recibir todas tus cosas. Haberte dejado presentarte a esas oposiciones. Debieron permitir que terminaras ese ciclo formativo. Que saborearas y exprimieras tu vida con la intensidad de la juventud pujante. Veinte años no es nada Víctor, aunque quizá para Kevin ahora mismo signifiquen eternidad doliente.
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