Y los sombreros esperan
apilados en armario
pulcramente ordenados
por la mano que los eligió.
Y la dulce dama
En el postrero día
dispuso con sabia maestría
el reparto final.
Fueron notas repartidas
favores devueltos a amigas
libros sabios que volverán
para ser leídos por otros
seres vacíos que nunca
lo agradecerán.
Vida brusca y doliente
Fue malcriada indolente
Llevada por la corriente
Que la precipitó.
Lloran gemidos distantes
Raídos ruidos sin sal
Que acaso enturbian
Ese legado de bruma
Que espera en tumba de plata
Ser de nuevo Paloma libre
Que a nadie ni nada se ata.
Vuelven tristes los sombreros
A reclamar el orden primero
De la mano que secuestró la muerte
Aquel triste día de enero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario