En este mundo que nos ha tocado vivir de derechos inalienables ya no queda espacio para la guasa. Acorralados pues aquellos que se ríen del resto.
Todo es objeto de protección e invita al recato lingüístico extremo.
Este colectivo en riesgo, aquel otro objeto de discriminación, el grupúsculo que se vio ninguneado, un colectivo sujeto a marginación, aquellos a los que vejaron, la comunidad aquella con la que se ensañaron, animales a los que maltrataron, plantas a las que arrasaron, entidades multiétnicas a las que vapulearon, sujetos variopintos objeto de escarnio.
La mayor parte de las veces la protección lleva toda la razón y sentido del mundo.
La mayor parte de las veces la protección lleva toda la razón y sentido del mundo.
Aunque hay extremos en que la exageración aparece en forma de esperpento y entonces ya no hay nada más que hacer que reírse a mandíbula batiente, eso si, batiendo poco no sea que nos lapiden.
Así que el humor popular no tiene mucho hueco para el cachondeo. Antes de lanzar la chanza de turno preferible es santiguarse y encomendarse a todos los santos para no rozar cables de alta tensión. A veces, hay algún agente inquisidor infiltrado en la conversación que acaso, biblia progre en mano, amenace con penalti y expulsión bajo un disfraz de tolerancia. Las bromas las hacen ellos. El resto a callar y asentir. Otras el ofendido o aludida presenta una sensibilidad extrema que nos convierte nuestras palabras en armas de destrucción masiva. En ocasiones existen personas que en todo ven alusiones personales quizá por una evidente falta de autoestima.
Una opción para reconducir malentendidos y preservar el sentido del humor es reírse de uno mismo. Hay mucho campo para ello. Desde fijarse en los propios despistes, cosa que en mi caso no requiere mucho esfuerzo, o en revisar circunstancias en las que nos quedamos fuera de juego o metimos la pata. Saldrá la risa que cura y favorece alegrías. Mis amigos se ríen mucho de mis “chaladuras” y yo con ellos. Reírse de las “cadaunadas” demuestra que no nos llevamos tan mal con el yo que nos regalaron y que a pesar de sus muchas limitaciones es el mayor, como.dicen los franceses, atout, que tenemos: el de la propia vida.
Así que nada de sentirse acorralados por lo políticamente correcto. A veces todo el mundo está deseando romper moldes, reventar rigideces, brindar al sol y hasta de vez en cuando, aunque sea un poquito, ser un pelín granujillas.
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