Por Marta Redondo. 23 de agosto de 2019.
Cuando la forense italiana se disponía a hacerle la autopsia, observó que se trataba de un muchacho de piel negra, de unos 14 años. Mientras examinaba su chaqueta palpó un haz de papeles cuidadosamente envuelto y plastificado. Entre ellos había un brillante expediente de notas de secundaria escrito en varios idiomas. El niño lo había custodiado con la certeza de que le recibirían con los brazos abiertos. Pero el mar truncó su vida.
No hubo un barco para rescatarle.
Fue una historia real que aconteció en abril de 2015. Pero de haber sucedido estos días el adolescente hubiera sufrido el mismo final. Cualquiera se atrevía a auxiliarlo después de lo que está sucediendo. Ya el índice acusador de la justicia italiana, en boca del juez instructor de Sicilia Nunzio Sarpietro, señaló en 2018 al buque remolcador Open Arms – en español Brazos Abiertos – como promotor de la inmigración ilegal ordenando su inmovilización de manera cautelar. Habría que preguntarle a su Señoría Sarpietro si también deberíamos cuestionarnos la presencia de los servicios de socorrismo en las hermosas playas sicilianas porque pueden propiciar conductas temerarias de bravucones bañistas.
Ahora los maestros de la sospecha, pertrechados con las redes sociales, acusan a la ONG española Proactiva Open Arms, dedicada a salvar vidas en el mar, de usar sus embarcaciones como “taxis” al servicio de las mafias traficantes de personas para cubrir rutas de inmigración ilegal. Al leer esta información recordé aquella célebre frase que recogió el filósofo Francis Bacon en su obra “De la dignidad y el crecimiento de la ciencia” y que reza: “Calumniad con audacia; siempre quedará algo”.
Hace dos días la vicepresidenta en funciones del gobierno Carmen Calvo aseguraba que el buque podría ser sancionado por carecer de las oportunas licencias para realizar rescate marítimo. ¿Se imaginan a alguien cuestionándose tirarse al mar para rescatar a una persona a punto de ahogarse por no haber realizado el oportuno curso de socorrismo?
El artículo 98 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar establece que “cada comandante de un barco que lleva su bandera, en este caso España, ofrezca salvamento lo antes posible a cualquier persona que se encuentre en peligro de vida en el mar”.
Algo pues, chirría en las declaraciones de doña Carmen.
Mientras, ellos seguirán esperando a que alguien les abra los brazos como a ese niño de Mali que, flotando en el mar, ya no volverá en septiembre al colegio.
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