Las veo volando por la pista con los sticks melena al viento luchando contra la gravedad y procurando cumplir las normas. Clase de Educación Física. Un deporte similar al hockey llamado flooorball. Integradas entre el resto. Participan animadas en las actividades. Quizá dentro de poco desaparezcan. Porque alguien las pida o porque deben ayudar a sus padres en el mercado. Nómadas que vienen y van. Pululan por el sistema escolar impelidos por las obligaciones y el temor de que el celo de una comisión de absentismo entre en su vida y les dejé sin subvención o las ponga en manos de alguna institución fuera de la custodia de unos padres que la sociedad juzga indolentes. Un pueblo errante que debe arraigar. Una sociedad que les escruta y acecha. Que les teme y a menudo les juzga. Cuando uno se acerca la primera mirada es recelosa y esquiva. Temen a nuestras intromisiones porque les van arrancando la libertad.
A la menor invitación surge la música, el cante, la danza y el toque de palmas. Regresa el ritmo y el pandero, el embriago del fandango y el rumor del río que corre entre música zíngaras.
Aquel gitano me lo dijo en una guardia.
“Profe, si me pinchas sale una gota de sangre bailando”
No me olvido. Danza en mi cabeza aquel recuerdo con la misma insistencia del zapateado gitano de Sarasate.
Levanto la vista y las melenas siguen ondeando desafiantes a un viento que trae ecos calós.
Hoy se celebra su día, pero muchos probablemente no lo sepan. Tal vez porque nadie se lo haya dicho.
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