Las cucarachas salen al atardecer, en medio de la podredumbre y el deterioro. Cuando nadie las espera. Se intuyen pero sorprenden por sigilosas y pertinaces. Reptan veloces pensando no ser vistas pero extienden su halo nauseabundo dejándonos enterrados en la pena y el asco de la tristeza por la belleza que no llega. Nos afanan lentamente la nieve rosa amordazando con bufandas de franela la inocencia del que esperó.
Arrebatan risas con la rauda rapidez del que repta para robar sueños. A ras de un suelo que todos pisan para dejar sus huellas de lodo y rabia.
Raudas, veloces, diminutas, negras. Salen por donde nadie las ha visto. Acechan, agreden, atacan sin roce alguno y regresan reptando sin ruido ninguno dejando estelas de pena y miedo.
Las cucarachas salen al atardecer.
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