El mes de noviembre siempre viene emanando cierto aire lúgubre con sus recuerdos de los seres queridos. Aquellos que dejamos atrás pero regresan en vívidos recuerdos. Resucitan devolviéndonos instantes perdidos, reviviendo presencias que se tornaron en ausencias. Es un mes de pausas y remolinos , como las hojas que se amontonan en los recodos de los caminos del mismo modo que las añoranzas arremolinadas en el desván de nuestros duelos despiertan para revolver nuestros pensamientos. En este mes supuran de nuevo las heridas que inesperadas partidas dejaron sin evacuar algunas dudas junto a varios remordimientos por cosas que quedaron inconclusas. A veces también aparece la rabia por haber defraudado las expectativas de aquellos que se fueron. Pero es también tiempo de esperanza y consuelo cuando acertamos elegir el cauce correcto para drenar nuestra pena.
Es un tiempo en que emanan por doquier remembranzas y vienen a nuestra mente aquellas palabras que finaron aser pronunciadas. Quizá las pronunciamos tarde al pie de la sepultura, como el arrepentimiento que salvó a D Juan Tenorio de las garras del infierno. Al pie de la sepultura de una Inés nívea cuya pureza pudo vencer al mismo principe de los infiernos. La joven novicia fue la intercesora para que Dios en su infinita misericordia del célebre galán sevillano permitiera que D Juan se librara del averno en el purgatorio hasta hacer los méritos suficientes para ganar el cielo.
Pero noviembre también es tiempo de alegrías de la mano de la hermosa Virgen Cecilia, cuya festividad, el 22 de noviembre, coincide con el día de la música. ¡Qué nula sería la vida sin escuchar el rasgar de las cuerdas de una guitarra, las notas perdidas de aquel preludio de Chopin o la dulce melodía salida de los labios de una joven que como esa canción que la joven cantaora catalana Rosalía ha puesto de moda versionando la célebre poesía del místico San Juan De la Cruz! ¡Que bien se yo la fuente que mana y corre aunque es de noche!
Esa fuente cuyas aguas son las únicas que podrán calmar cualquier sed de eternidad.
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