Doblan en aquella torre.
En lo alto de la espadaña.
Su sonido recorre cada pueblo y aldea, ciudades y campos. Embarga de tristeza solemne a los que escuchan sus reclamos.
Es un toque pausado y con intervalos.
Suenan a pares porque son dos campanas las que se retan en sus toques mortuorios pugnando por ver cuál de ellos consigue provocar más nostalgias en las almas que recogen sus lamentos sonoros.
Doblan por los que se fueron y nos preceden en la esperanza del cielo prometido.
Doblan clamando una oración por las ánimas que suspiran por alcanzar una eternidad junto al Padre bueno que siempre espera con los brazos abiertos.
Sonidos lúgubres y monótonos que suplican misas por el eterno descanso de los que ansían convertirse en bienaventurados.
Hoy es día de recuerdos y remembranzas.
De poner los ojos en el firmamento para elevar una plegaria por aquel abuelo que nos arropaba en las noches de invierno o caminaba a nuestro lado enseñándonos los secretos de la naturaleza, o la abuela que nos contaba los cuentos al calor de la lumbre en la cocina mientras preparaba aquel guiso exquisito. O el padre y la madre que se fueron dejándonos solitarios o el hijo que partió joven contra toda lógica.¿ Y aquel amigo al que devoró la enfermedad a edad temprana?
Evocación de los momentos pasados con ellos al ritmo lento del tañir de los metales mientras recordamos rasgos y voces, sonrisas y momentos perfumados de cariños compartidos.
Resuena gozosas como el tintineo de una campanilla las palabras de San Agustín que pone en boca de los que no están: “No lloréis si me amáis” “Si conocierais el don del pPadre y lo que es el cielo...”¡Si pudierais oír el canto de los ángeles y verme en medio de ellos!” Dejad de tocar a muerto. Viene pidiendo paso el cielo.
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