Con el tiempo una aprende que no hay que buscar un standard para buscarles ni medidas para analizarles.
Hace poco comprendí que precisamente en la diversidad está la auténtica riqueza.
Y eso me hizo descubrir que un amigo puede surgir en el momento más inesperado: viajando, compartiendo aficiones o creencias comunes, entre los padres de mis hijos o los amigos de mis hermanos, entre los compañeros de trabajo, incluso de manera casual en una feria inesperada o en la barra de un bar.
Algunos amigos destilan ternuras como las que me brindan las compañeras de la infancia con las que comparto aventuras de un ayer nostálgico que aprehendemos con la veneración que uno profesa a una respetada reliquia, y ese grupo de locuelas que traficamos con secretos de belleza, dietas de adelgazamiento y tablas de ejercicios matutinos en busca de la línea perdida.
Algunos tocan el alma de una manera intensa sin rozar ni un centímetro de piel, otros alimentan con abrazos, palabras, miradas. Desde distintos lugares geográficos recibo risas, brisas, cencellas y oraciones que reconfortan y liberan, enaltecen y edifican.
Cada día son bendecida con vosotros mis amigos.
Más cercanos o desdibujados y livianos entre brumas que me los devuelven envueltos en nostalgias, colocados en distintos lugares del corazón, me enriquecen y humanizan, son alimento y bálsamo. Milagroso tónico que recarga las baterías tras las batallas perdidas, confidentes. Fieles a su singularidad que me ayuda a entender lo diferente. Regalo de un Dios que me bendice con presencias para atenuar ausencias.
Por una vez la entrada no será para demonizar el móvil. Hoy gracias a ese artefacto que aún no he logrado extraviar pese a tus plegarias al Santo, pude disfrutar de la belleza de tu amistad.
Os dejo una bonita canción de Alberto Cortéz...uno de mis imprescindibles. Estoy segura de que os va a gustar especialmente a mis amigos...
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