En mi opinión no hay nada menos erótico que una playa llena de bañistas desnudos. Yo padezco esa dosis de erotismo al menos dos veces a la semana cuando acudo a los vestuarios de señoras de la piscina a la que voy habitualmente a hacer deporte. Por supuesto que esto es cuestión de gusto, como tantas otras cosas, pero confieso que a mi me resulta desagradable estar intentando colocar las cosas en mi taquilla mientras mi vecina de al lado me sitúa literalmente el trasero a dos centímetros de la cara. Sencillamente no me parece un espectáculo elegante.
Por eso prefiero usar los vestuarios individuales para vestirme tranquilamente además de disfrutar del placer de poder colgar la ropa en las perchas sin tener que disputarme el banco anexo a las taquillas.
Pienso que si fuera hombre tampoco me gustaría contemplar tal paisaje. Demasiada sobredosis. ¿Donde queda el misterio?. Intuir, soñar, imaginar los paisajes ocultos
¿Quien ha dicho que son malos los tabúes?: la liturgia, la ritualidad, el respeto. todas esas son cosas que van concatenadas como esas fichas del dominó cuyos movimientos se encuentran irremisiblemente unidos de manera que si cae una lo hacen los demás.
No es cuestión de llegar al extremo de Cary en la escena que os dejo hoy. Pero es un claro ejemplo de cómo no perder la elegancia ni siquiera en la ducha. Pertenece a la célebre película de suspense "Charada" protagonizada por Audry Hepburn y Cary Grant y dirigida por Stanley Donen. El filme rezuma clase: desde el vestuario de Givenchy que realza la belleza de Audrey, los escenarios parisinos, la deliciosa música de Henry Mancini y el fino humor de los inteligentes diálogos de los personajes. Me permito también dejaros la banda sonora.
Disfrutad de la belleza de la elegancia.
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