sábado, 14 de noviembre de 2015

ANTE LOS ATENTADOS TERRORISTAS DE PARÍS: SEMEJANTES





Tengo una amiga musulmana. Podría ser de cualquier otra Religión.

Tiene dos niños.Como cualquier otra madre de familia.

Le gustaría que sus hijos llegaran a ser importantes y felices. Sueña con que su hija sea pediatra y aún no sabe hacia donde despunta su niño. Todas las madres anhelamos lo mejor para nuestros retoños.

Su marido se ha ido a Marruecos y le ha dejado sola con la papeleta de llegar a fin de mes apenas con 400 euros. Como a tantas mujeres a las que sus maridos abandonan a su suerte asustados por el peso de unas cargas familiares para las que no están preparados.

Tiene un trabajo de cuidadora de niños deficientes. No está asegurada. Como tantos miles y miles de trabajadores por cuenta ajena de distintos credos a los que se explota impunemente.

El otro día mientras tomábamos café en mi casa se lamentaba de su desdicha y dejaba caer unas lágrimas de sus rasgados ojos oscuros. Como tantos millares de seres humanos que lloramos a menudo cuando la vida nos golpea en lo que más queremos.

Le dije que no desesperara y que rezara. Que Dios le iba a escuchar. Ella aseguraba rezar cada día. Nos tomamos de la mano y nos miramos a los ojos reconociendo en la otra a una semejante. Y en ese momento Dios nos reconfortó a las dos.

Y os puedo asegurar que el Dios que recibió nuestras plegarias era el mismo para ambas. De eso estábamos seguras por eso no se nos ocurrió llamarle de ninguna manera.

Si. Tengo una amiga que es musulmana. Y quiero que lo sea por muchos años. 

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